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Lobo (2023)

Un personaje femenino al límite de su resistencia, su perro de aguas sin el que no podría vivir, una huida hacia lo desconocido sin casi ningún apoyo y un entorno hostil que la ahoga (salvo pequeños asideros que se encuentra por el camino). Todo eso conforma la historia que Marian Alvarez (actriz y guionista) y Alfonso Cortés-Cavanillas (director), nos presentan en “Lobo” película que ha inaugurado la 61 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón.

Sara (Marian Alvarez) huye de su casa, junto a su perro Lobo (Lolo, recientemente fallecido). Sin apenas dinero, ni recursos y con la ansiedad a flor de piel, Sara tiene que arreglárselas para ir pasando los días, hasta que una trabajadora social le encuentre una casa de acogida en la que la acepten junto a su perro.

El origen de esta historia proviene de una noticia que leyó Marian Alvarez, en la que se contaba que una mujer había huido de su casa junto a su perro y, ante la escasez de medios y de ayuda, vivía en una tienda de campaña en el monte junto a su animal de compañía. A partir de ahí, y tras comentarlo con el director Alfonso Cortés-Cavanillas, con quien ya había trabajado en tres ocasiones, empezó a trabajar en el guion de la película, con la ayuda de Jorge Navarro de Lemus.

La película avanza al ritmo de su protagonista, la cual permanece siempre delante del objetivo. Por ello, salvo la premisa inicial, la cual el espectador no conoce y el personaje sí, vamos siempre de la mano de Sara, descubriendo lo que va pasando a la vez que ella.

Marian hace una labor excelente delante de la cámara, con una naturalidad y realismo que realmente asusta, la cual transmite al espectador toda la angustia y rotura interna de su personaje. Así mismo, la química que consigue con Lolo (su propio perro de aguas de 13 años) es sobresaliente. Hubiese sido muy fácil caer en la tentación de aliviar la tensión de la historia con alguna escena cómica entre ambos. Afortunadamente no es el caso, pero sí se muestra muy acertadamente la vida cotidiana al lado de un perro de agua, posiblemente los mejores seres vivos de todo el planeta tierra (yo también tengo y he tenido).

La puesta en escena, aparentemente simple, pero con un uso de lentes muy particular, pretende mostrar (en palabras del propio director) como Sara no encaja dentro de un mundo bello y en aparente calma. Y no encaja por la sencilla razón de que ella está absolutamente rota por dentro y perdida en un mare magnum de pensamientos, sentimientos y dudas.

Una película para hacernos sentir, pero sobre todo para hacernos pensar. Pensar en todas esas mujeres maltratadas, en todos esos niños (o perros) que se usan como rehenes emocionales por parte de los maltratadores. Darnos cuenta y luchar por dejar de ver a esas mujeres como simples estadísticas que aparecen en las noticias cada vez que hay un nuevo caso de violencia machista.

Se podrá ver de nuevo el sábado 18 a las 17.00 horas en la Sala 1 de Ocine Premium.

 

 

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