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A light that never goes out

Que la música ejerce, entre muchas otras cosas, de sanadora de la mente, es algo harto sabido, pero, sin alguien con quien compartirla, no tiene el mismo efecto. Este podría ser un resumen muy escueto de lo que nos cuenta “A light thar never goes out” el debut como director del finlandés Lauri-Matti Parppei, pero su película es mucho más que eso. Es una obra de una gran calidad narrativa y técnica, impropias de un debutante en estas lides, para mí, sin dudarlo, es la gran sorpresa del FICX63 y es que, como se dijo en la presentación del film, esta es una película que tenía que estar en el festival gijonés, pues contiene todas y cada una de las virtudes que se buscan en este festival.

Pauli (Samuel Kujala) es un virtuoso flautista clásico que, tras sufrir una depresión, acude a su anodina ciudad natal a intentar recuperarse con sus padres. Allí se reencuentra con Liris (Anna Rosaliina Kauno), antigua compañera de clase, quien le convence para formar una especie de grupo musical basado en la experimentación y el caos. Tras unos primeros momentos de reticencia, Pauli comenzará a disfrutar con este pequeño caos que le supone compartir una experiencia vital y creativa con otras personas.

Lo más destacable de este film es la calidad técnica del mismo, poseedor de escenas realmente bellas, de un montaje ágil y de una hermosa narrativa cinematográfica, supone uno de los mejores debuts como director de los últimos años. A base de un ritmo fluido, pero sin acelerones, la película discurre con suavidad por la pantalla, al igual que los días en esa pequeña ciudad finlandesa.

El guion, escrito por el propio director, combina de forma muy equilibrada la comedia y el drama, pasando por ambos con mucha naturalidad. No es una historia autobiográfica, pero sí está basada en experiencias propias de Lauri-Matti Parppei cuando, según sus propias palabras, daba conciertos de música experimental con su grupo, en los cuales había más gente encima del escenario que fuer a de él. Los diálogos son brillantes, hilarantes en algunas ocasiones, con un sentido del humor muy afilado y un tanto surrealista.

Los intérpretes, sin ser tan brillantes como el resto del film, cumplen con sus papeles a la perfección, aportando una gran dosis de naturalidad a sus interpretaciones, y ese estilo estoico, tan propio de las cinematografías nórdicas. Quizá es por esto último, por lo que no llego a valorar su actuación apropiadamente.

“A light that never goes out”, que sí, debe su título a una canción del grupo británico The Smiths (y es la única relación de la película con ese grupo) es una de las películas de este año tan prolífico en obras remarcables. Lauri-Matti Parppei ha entrado en el mundillo del cine tirando la puerta abajo, de forma casi silenciosa, pero prometiendo muchas más grandes películas como ésta. Participante en la sección Retueyos del FICX63, se podrá volver a ver el Sábado 22 a las 17.00 horas en la Sala 1 de Ocine.

Gabriel Menéndez Piñera

 

 

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