Voy a empezar la reseña de esta pélícula diciendo que creo que actualmente el cine es de todas las grandes artes la que está en la actualidad en un mejor momento. En efecto, en los últimos años he podido disfrutar en las salas de cine algunas de las mejores películas que he visto en mi vida (y eso que soy un ferviente amante y defensor del cine clásico). Eso sí todas esas grandes películas que he visto estaban bastante alejadas del cine comercial que nos llega desde Estados Unidos y Asia, o del que se hace en Europa (incluida España). Porque si ahora mismo hay un bajón dentro del cine mundial hay que buscarlo en la pobre oferta de cine comercial que recibimos los espectadores. Aclaro que por cine comercial entiendo aquel que llena las salas de todo el mundo como fueron en su momento películas como “La quimera del oro” (“The gold rush” 1925, Charles Chaplin) , “Capitanes Intrépidos” (“Captains courageous” 1937, Victor Fleming), “Casablanca” (1942, Victor Fleming), “Testigo de cargo” (“Witness for the prosecution” 1957, Billy Wilder), “Psicosis” (“Psycho” 1960, Alfred Hitchcock), “El Padrino” (“The godfather” 1972, Francis Ford Coppola”, “Blade Runner” (1982, Ridley Scott), “El silencio de los corderos” (“The silence of the lambs” 1991, Jonathan Demme) o “Million dollar baby” (2004, CLint Eastwood) indicando únicamente una película por cada década desde 1920 hasta 2010. Ahora mismo el cine comercial actual peca siempre de los mismos errores: actores nefastos, personajes planos, efectos especiales hasta para mostrar un paisaje con vacas, movimientos de cámara mareantes y, sobre todo, la búsqueda constante de sorprender al espectador con un giro argumental ridículo al final de la película que suele tirar por tierra lo poco bueno que venía mostrando la misma hasta ese momento.
En el caso de “La mejor oferta” (“La migliore offerta”, 2013), película italiana dirigida y escrita por Giuseppe Tornatore, se nos presenta una historia original, con un actor principal (Geoffrey Rush) que lo borda, con una puesta en escena bastante buena, sin efectos especiales y con un desarrollo argumental que fluye con naturalidad, hasta que en el último cuarto de hora aparece el temido giro argumental y la película se desboca por un precipicio del que intenta levantarse en la última escena sin conseguirlo.
La historia de partida es la siguiente: Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es el mejor experto en obras de arte de Europa, capaz de detectar a simple vista si un cuadro es auténtico o una simple imitación y que posee una inmensa colección de retratos de bellas mujeres que ha ido consiguiendo fraudulentamente gracias a tener su amigo y socio Billy (Donald Sutherland) en las subastas que él mismo dirige y que acaba siempre llevándose los cuadros que son en realidad para Virgil. Este es una persona solitaria, huérfana desde niño e incapaz de relacionarse con las mujeres. Sin embargo, un día recibe la llamada de Claire (Sylvia Hoeks) una misteriosa joven que quiere que le tase las obras de arte que ha heredado de sus padres y que llenan toda una villa del Trieste italiano. Poco a poco Virgil se irá obsesionando con Claire, por lo que le pedirá a su amigo Robert (Jim Sturges), el cual es todo un manitas y un gran seductor, que le ayude a conquistar a la joven.
Así, durante la primera hora de película disfruté de su encantador aroma gótico, de su personaje principal y su ingente colección de retratos de mujeres, de todas las obras de arte que iban apareciendo por la pantalla, de sus localizaciones en el Triestre italiano, de la música de Ennio Morricone, de una historia que transcurría sin prisa, pero sin pausa, de ese amor malsano que siente el protagonista por la heredera de la villa. En definitiva, me estaba gustando bastante la película, aunque ya me estaba temiendo que al final iba a pasar lo que no quería que pasase.
Especial mención merece todas las obras de arte que aparecen en la película (falsas o no). Así, se nos muestran cuadros de Tiziano, Rafael, Renoir, Durero o Bouguereau, además de estatuas, muebles antiguos, frescos en las paredes, etc. En ese sentido para alguine como yo que le encanta todo tipo de manifestación artística, la película es un puro goce.
Por un momento pensé que el director, Giuseppe Tornatore había vuelto a lograr una película tan redonda como la ya mítica “Cinema Paradiso” (“Nuovo Cinema Paradiso”, 1988), pero el final, como ya he dicho estropea casi todos los logros conseguidos hasta ese instante, haciendo que la película pase a ser únicamente interesante y que no te queden muchas ganas de volver a verla para no tener que enfadarte otra vez al final de la misma.
El mensaje que se repite en la película es que al igual que en el arte existen las falsas imitaciones, en la vida hay personas falsas, con falsas emociones, pero estas son más difíciles de distinguir, salvo que estés acostumbrado a tratar con ellas. Además el personaje principal, respetado como el mejor tasador/subastador de obras de arte, también es un falso prohombre que moldea las pujas y las tasaciones a su antojo, buscando únicamente su propio beneficio.
Realmente da pena ver como se echa a perder una película que podía haber sido muy buena, por una intención del director (y guionista) de buscar un final comercial que contente al gran público. Por lo menos sabemos que ha conseguido su objetivo ya que la película ha sido un gran éxito de taquilla en Italia, recaudando en dicho país nueve millones de Euros.
En definitiva, se trata de una película que agradará a mucha gente, pero que a mí me ha dejado la sensación de que se ha echado a perder una buena película en aras de una comercialidad copiada de las películas provenientes de Hollywood.
Gabriel Menéndez Piñera
–Sin misterio no hay arte.
–El final efectivamente racionaliza todo.
–Se hace chabacano pero vale la pena verla.
Me hizo el día, gracias.
JF, Qro., México, 3-VII-2024.
La última vez que vi una peli de arte fue en la Cátedra en el tiempo que tenía como 23 y eran bastante fumadas