En una sociedad como la actual, en la que la búsqueda del placer y la satisfacción inmediata, siempre que nuestras obligaciones nos lo permitan, es nuestro “leit motiv” diario, no se me ocurre una idea más subversiva que la de una adolescente de 17 años que desee con todas sus fuerzas ingresar como monja en un convento de clausura. Precisamente ese es el punto de partida de “Los domingos”, la nueva película de la directora (y guionista) Alauda Ruiz de Azúa, cuya principal virtud (de las muchas que posee) es enganchar al espectador por el pecho desde la primera escena y no soltarlo hasta que comienzan los títulos de crédito al final de la misma.
Ainara (Blanca Soroa) es una joven callada, inteligente y responsable, vive con su padre viudo (Miguel Garcés) y sus dos hermanas pequeñas. Su abuela (Mabel Rivera) y su tía Maite (Patricia López Arnaiz) echan una mano siempre que pueden para llenar el hueco que dejó hace tiempo la madre de las niñas, mientras su padre reparte su tiempo entre el restaurante que regenta y su nueva relación sentimental. Durante una visita escolar a un convento Ainara siente que ese es su sitio en la vida, por lo que le transmite a su familia su intención de volver a pasar unos días en el convento, compartiendo la vida con las monjas que lo habitan y con la idea, en un futuro, de instalarse definitivamente en el mismo.
Alauda Ruiz de Azúa tiene un talento especial para mostrar relaciones familiares complejas, lo cual ya nos lo había demostrado con anterioridad en “Cinco lobitos” (2022) y la miniserie “Querer” (2024). En esta ocasión, no solo consigue introducirnos de forma vehemente dentro de la trama, si no que todo lo que le rodea tiene una enorme calidad. Destaco especialmente el excelso nivel de unos diálogos muy realistas, pero en absoluto vulgares, pieza fundamental para que el espectador se sumerja en la película desde el primer momento. La puesta en escena es sencilla, sin estridencias de ningún tipo, pero no exenta de calidad. Se podría decir que la mirada de la directora a través de la cámara refleja la personalidad de la protagonista, cálida, callada, en busca del cariño de los intérpretes protagonistas.
Respecto a éstos últimos, hay que decir que el trabajo de todo el elenco actoral es sobresaliente. La debutante Blanca Soroa, sorprende por su magnetismo con la cámara y destaca especialmente en una escena al final del film de una gran dificultad, la cual no solo salva sin problemas, sino que consigue que el corazón se te contraiga de la emoción. Alrededor de ella gravitan el resto de intérpretes capitaneados por Patricia López Arnaiz, a quien no voy a descubrir ahora, cuya química con el resto del elenco, especialmente con Miguel Garcés y Mabel Rivera, traspasa la pantalla.
La gran pregunta que mucha gente se hace antes de ver “Los domingos” es si es una apología a favor de la religión católica o si, por el contrario, es una crítica a la misma. Yo diría que, al igual que en la viña del Señor, hay un poco de todo. La principal crítica que veo es hacia la sociedad occidental en general y a la española en particular, en la cual la religión se tiene como una especie de convención social que hay que cumplir, sin tener la más mínima fe en sus creencias. De ahí el pánico que cunde en la familia tras el anuncio de Ainara acerca de su vocación religiosa. Vocación que, en realidad, puede ser perfectamente una falta de cariño alarmante y que la niña intenta subsanar a través de la fe católica.
Para finalizar quiero remarcar que, quien escribe estas líneas es agnóstico y con bastante tendencia al anticlericalismo, lo cual no ha sido óbice para que me emocionara viendo “Los domingos”. La causa de dicha emoción viene más por la excelsa calidad de la película, que por la mística religiosidad que nos muestra, pero no puedo dejar de pensar que el poder de la religión es mucho más fuerte de lo que creemos los agnósticos.
Gabriel Menéndez Piñera
















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