Hay directores en la historia del cine cuya labor nunca ha sido reconocida como se merece, este es el caso del director alemán Paul Leni el cual fue, en mi opinión, uno de los mejores directores europeos de la época del cine mudo. Quizás su temprana muerte en 1929, cuando contaba únicamente 44 años y en el momento en que su obra alcanzaba la madurez, sea una de las causas de su olvido por parte de la mayoría de la crítica cinematográfica. Otra de las causas puede ser la dificultad para visionar algunas de sus obras durante muchos años y algunas de las cuales únicamente se disponían de copias severamente amputadas.
Hoy vamos a hablar de “El hombre de las figuras de cera” (“Das Wachsfiguren Kabinett”), obra realizada en 1924 y que es su primera gran película de terror, aunque adolece de algún defecto que el director iría puliendo en sus películas posteriores. La historia es la siguiente: un poeta que deambula por una feria es contratado por el dueño de un museo de cera para que le escriba una serie de historias sobre algunos de los personajes que aparecen en su cámara de los horrores. Así, se nos muestran las historias que el poeta escribe sobre el califa Harun al Raschid e Iván el terrible, sin embargo al final de la noche el sueño le vence y será asediado por la tercera de las figuras del gabinete, la de Jack el destripador.
A primera vista lo primero que llama la atención es el excepcional reparto, compuesto nada menos que por Emil Jannings como Harun al Raschid, Conrad Veidt en el papel de Iván el Terrible, Werner Krauss se pone en la piel de Jack el Destripador mientras que el futuro director de cine William Dieterle es el poeta que además aparece en diferentes papeles en las dos primeras historias que él mismo va escribiendo. Igualmente, Olga Belajelf realiza el papel de la hija del dueño del museo y también aparece en las dos primeras historias.
El guión está firmado por el prestigioso guionista Henrik Galeen, autor de los libretos de dos de las obras fundamentales del expresionismo alemán: “El golem” (“Der Golem, wie er in die Welt Kam” Paul Wegener, 1920) y “Nosferatu el vampiro” (“Nosferatu, eine symphonie des grauem” F. W. Murnau, 1922). Sim embargo en esta ocasión el guión es demasiado simplista y escueto, sin existir un hilo conductor entre las historias que se nos cuentan. Lo que resulta curioso es como las historias van subiendo de tono poco a poco, la primera nos cuenta la pérdida del brazo del califa Harun al Raschid, la cual tiene un tono cómico, casi de vodevil y que nos recuerda un poco a las primeras películas de Ersnt Lubistch en su época alemana. La segunda es más tétrica, mostrándonos los crueles métodos de Iván el terrible. Finalmente, la última historia con Jack el Destripador es horror puro, sin concesiones de ningún tipo, buscando atrapar al espectador de la época en una atmósfera de la que parece imposible salir. Esta es la historia más expresionista ya que se puede ver como los decorados se desdoblan y los edificios se inclinan creando esa atmósfera agobiante que busca el terror más puro, el que proviene de lo más profundo de nuestras pesadillas.
Si hay que destacar una influencia en esta película es la de la obra maestra del expresionismo alemán “El gabinete del doctor caligari” (“Das kabinett des Dr. Caligari” 1920, Robert Wiene). Esta influencia se puede apreciar principalmente en los decorados, creados por el director Paul Leni, los cuales muestran imágenes distorsionadas, con tamaños disonantes con la realidad y angulaciones imposibles. Otra de las influencias destacadas que se puede detectar proviene de la película “Las tres luces” (“Der mude tod” 1921, Fritz Lang), la cual también se dividía en tres historias y los protagonistas del nexo común se convertían en los protagonistas de cada una de las historias.
La labor del director no se concreta únicamente en la creación de los decorados, también es destacable la creación de la atmósfera de estilo expresionista con sus luces y sombras presentes en todas y cada una de las tomas. Es esta atmósfera la que, junto con los decorados, constituye el principal atractivo de la película que no llega a cuajar en su aspecto narrativo, pero que constituye una buena prueba de lo que en pocos años sería capaz de conseguir este realizador. No obstante, es remarcable como en esta ocasión el director deja la cámara inmovil todo el tiempo, debido a la sumisión a los decorados creados para el film. Sin embargo en los años siguientes este director destacaría por sus audaces movimientos de cámara y su originalidad en la puesta en escena.
Así, las grandes obras dentro de la filmografía de Paul Leni vienen a continuación de esta película. Estas son: “El legado tenebroso” (“The cat and the canary”, 1927), “El hombre que ríe” (“The man who laughs”, 1928) y “The last warning” (1929). Es una pena que la temprana muerte de Paul Leni nos haya privado de otras obras maestras de este gran realizador.
Para finalizar, quiero contar que originalmente la película debía constar de cuatro historias en vez de tres, pero se eliminó una de ellas por problemas de presupuesto. Esta historia nos hablaría de Rinaldo Rinaldini, cuyas andanzas están ambientadas en la Italia del Medievo y que iba a ser interpretado de nuevo por William Dieterle. Sin embargo en la escena del principio, en la que el dueño del museo le enseña al poeta las figuras de las que tiene que escribir, aparecen las cuatro figuras juntas (ver foto),. Es la única señal de esa cuarta historia que finalmente no fue rodada.
Existe una edición en DVD en España de esta película, pero de momento no hay noticias de que pueda aparecer en breve en formato Blu-ray.
Gabriel Menéndez Piñera
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