Presentada en la sección oficial del pasado Festival Internacional de Cine de Gijón, “La distancia más larga” es una obra cinematográfica, en la que su directora Claudia Pinto ha invertido más de diez años de su vida para lograr, en su primer largometraje para la gran pantalla, una película sincera, íntima, reflexiva y con unos paisajes espectaculares.
El argumento nos cuenta la historia de Marina (Carme Elías), la cual viaja desde España a Venzuela con una doble intención, por un lado hacer las paces con su hija, instalada en dicho país con su marido Julio (Iván Tamayo) y su hijo Lucas (Omar Moya) y por otro, visitar de nuevo los alrededores del monte Roraima, en la Sabana venezolana, un lugar muy especial para ella, donde hace muchos años su vida cambió para siempre.
El núcleo central de la trama es la relación entre la abuela y su nieto, los cuales no se conocían hasta entonces. Dicha relación da pie a la directora, la cual es también la autora del guión, a contarnos una historia llena de contrastes, en la que se nos muestran dos mundos opuestos, el mundo estresante y extremadamente violento de la gran ciudad, que separa a las familias y el mundo reposado y hermoso de la naturaleza salvaje de la Sabana venezolana. Este entorno natural, de una belleza extraordinaria, une a las personas y hace que las cosas que allí suceden penetren en el interior de las mismas. El otro gran contraste es el de los dos protagonistas de la películas, por un lado la abuela Martina cuya vida pronto llegará a su fin y por otro Lucas, cuya vida está empezando.
Tanto Carme Elías como el niño Omar Moya nos brindan dos grandes actuaciones de modos muy distintos. Carme encarna perfectamente a esta mujer fuerte, poderosa, con unos sentimientos de culpa que la ahogan en un mar de tristeza interior y que tiene muy claro lo que quiere hacer con lo que le queda de vida. Por ello su actuación se basa principalmente en los silencios, en las escenas en que la cámara se queda prendada de ella y de esa cara tan expresiva que posee la actriz catalana. Sin embargo Omar Moya no ofrece una actuación tremendamente natural en la que los sentimientos se reflejan en su rostro y en su entonación de forma muy fluida, como si fuese lo más normal del mundo.
La labor de la directora Claudia Pinto es muy destacable, ya que ha conseguido plasmar en la película todo el cariño y la pasión que ella misma ha entregado a esta obra que, como ya dije antes, le ha llevado más de diez años de su vida. Se trata de una dirección muy sensible, muy dulce que lleva al espectador en volandas a través de la historia de los tres personajes principales: Martina, Lucas y la Sabana venezolana. Es un trabajo de mérito para esta joven venezolana y más teniendo en cuenta las duras condiciones que tuvo que soportar el equipo durante las semanas de rodaje en la Sabana venezolana.
Otro aspecto reseñable es el uso de la música, la cual corre a cargo del compositor Vincent Barriêre, el cual ya había colaborado con la directora previamente en alguno de sus cortos. Se trata de una música muy sutil, casi invisible en la que el instrumento asiático Hang es el gran protagonista mediante el imaginativo uso que de él hace el músico francés. Al tocarlo con las manos de su forma habitual, se genera una melodía hipnótica, usando dicha melodía para acompañar al personaje de Marina. Por otra parte, al darle la vuelta al instrumento suena de una forma seca, usando dicho sonido para acompañar al personaje de Lucas. De esa forma se genera otro contraste entre los dos personajes, quedando claramente marcado con éste y otros detalles que uno es el reverso del otro.
El hecho de tratar de dos personajes de edades muy diferentes entre los que se genera una profunda relación y el entorno en el que se conocen, nos recuerda a otra película dirigida por una mujer y que nos muestra el mismo triángulo afectivo. Estoy hablando de “Lost in translation” (2003, Sofía Coppola), en la que el trío formado por Scarlett Johansson, Bill Murray y la ciudad de Tokio es similar al que nos muestra Claudia Pinto en su película.
Una de sus mayores cualidades es su facilidad para conectar con el público, lo que le ha llevado a cosechar el premio a la mejor película de America Latina en el Montreal World Film Festival y el premio del público a la mejor película en el Festival de Cine Iberioamericano de Huelva. Creemos que tendrá igualmente una muy buena acogida entre el público que acuda a verla a las salas cuando se estrene en España en la primavera de 2014.
En definitiva, se trata de una película con mucha calidad, en la que el cariño de la autora a sus personajes (incluido el escenario natural en el que fue rodada) es patente durante toda la cinta y en la que se nos muestran relaciones profundas que se rompen bruscamente y otras que comienzan de forma natural entre seres diferentes, pero unidos por un lazo indivisible.
Si queréis profundizar un poco más en el proceso de elaboración de esta película podéis leer la entrevista que tuve el placer de realizar tanto a la directora Claudia Pinto como a la actriz principal Carme Elías en el siguiente enlace:
Gabriel Menéndez Piñera
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