Realmente no se que es lo que más me ha molestado al visionar “La gran estafa americana” (“American Hustle”, 2013), si el vacío absoluto que conlleva la última propuesta del cirector David O´Russell o la sensación de “esto ya lo he visto varias veces” que me inundaba durante las dos horas largas de proyección. La única explicación que encuentro es que se trate de un ejercicio de metacine en el que el director transciende la pantalla, haciendo que el espectador se sienta igual de estafado que los personajes víctimas de los protagonistas de la película.
La historia, en efecto, trata sobre dos estafadores Irving Rosenfeld (Christian Bale) y su amante Sydney Prosser (Amy Adams), los cuales son detenidos por el agente del FBI Richie di Maso (Bradley Cooper), el cual pretende que le ayuden a inculpar a varios políticos entre los que se encuentra Carmine Polito (Jeremy Renner). Para ello, Irving y su mujer Rosalynd (Jennifer Lawrence) entablan amistad con Polito y su mujer iniciando con ellos una serie de proyectos turbios.
Todo en la película es una engañifa, todo es falso, todo está vacío, los personajes, las pasiones, las amistades, los compromisos, la historia y también algún que otro peinado. Todo se estira, se exagera, se le intenta dar una aire de falsa comicidad a una historia que no tiene sentido y que termina con uno de los finales más ridículos que se hayan podido ver en los últimos años.
Ni siquiera los actores, por muchas nominaciones y premios que estén recibiendo, me parece que estén a la altura de las circunstancias. Empecemos con ellos, Christian Bale repite constantemente cuatro o cinco tics durante toda la película, mientras que Bradley Cooper parece que estuviese rodando “Resacón 4, vuelta a los 70 ” en vez de una película candidata al Oscar. Respecto a ellas, se podría decir casi lo mismo, Amy Adams se pasa todo el rato poniendo cara de oler a repollo cocido mientras que el papel de Jennifer Lawrence es seguramente el más fácil que ha rodado la joven actriz norteamericana. Los cinco minutos escasos que Robert de Niro aparece en pantalla le sirven para llevarse por delante el trabajo de sus compañeros de reparto.
El guión de la película está firmado por Eric Warren Singer junto con el director David O´Russell, se trata de un guión en el que bajo una premisa muy sencilla y por lo visto real, han construido un tejemaneje inverosímil en el que parece que todo el mundo, menos los protagonistas, son unos ingenuos que se creen lo que les cuentan a las primeras de cambio. El tono de comedia que se le ha impuesto a la historia no hace si no crear una sensación de incredulidad en el espectador respecto a la historia y hacia los personajes que la pueblan.
Y toca hablar del director, ay David, que poco te reconozco en esta película. No sólo la falta de ritmo es escandalosa sino que las grandes virtudes que habían hecho destacar tu anterior película “El lado bueno de las cosas” (“Silver linings playbook”, 2012) en cuanto a composición, montaje y puesta en escena (especialmente en su última media hora) aquí no aparecen por ninguna parte.
Por otra parte, el uso de voz en off, de escenas a cámara lenta y de clips musicales no hace si no recordarnos a películas dirigidas por Martin Scorsese en las que se narraba la ascensión y caída de personajes del mundillo de la mafia. Otra rémora de la película es el abuso de los clips musicales, en los que se nos muestran diferentes escenas que se van sucediendo y en las que en vez de escuchar las voces de los actores se escuchan diferentes canciones de la época que se representa en la película (en este caso la década de los 70). Si bien la selección musical es muy acertada, el uso de estos minutos musicales no hace si no acentuar la falta de ritmo de la película y el escaso flujo de ideas de su director a la hora de realizarla.
La banda sonora, de lo más acertado de la película, incluye canciones de Elton John, Duke Ellington, Chicago, Electric Light Orchestra, Wings, Bee Gees, Donna Summer, Tom Jones o América
Y dejo lo peor y lo mejor para el final. Lo peor, esa primera escena de la película en la que ya el señor O´Russell nos desvela todo el contenido de la película de forma subrepticia, pero como queriendo dejar claro que está por encima del espectador. Primera escena que a la vez es lo mejor de la película cuando, en los primeros planos, se nos muestra a un Christian Bale haciendo auténticas obras de ingeniería para poder ordenar los cuatro pelos que le han puesto para la ocasión y hacer ver que tiene una cabellera bien poblada.
Todo ello no ha sido óbice para que la película haya sido nominada a diez premios Oscar, de los que me aventuro a decir que no recibirá ninguno de ellos. Las nominaciones son la siguientes: mejor película, mejor actor principal (Christian Bale), mejor actriz principal (Amy Adams), mejor actor secundario (Bradley Cooper), mejor actriz secundaria (Jennifer Lawrence), mejor diseño de vestuario, mejor dirección, mejor montaje, mejor diseño de producción y mejor guión original.
Sólo me queda decir que personalmente no le recomiendo a nadie que vaya a ver esta película por la sencilla razón que a los que les gusta el cine con mayúsculas les parecerá una obra banal y sin sentido y a la gente que sólo busca pasar un buen rato cuando va al cine les va a parecer aburrida y falta de ritmo.
Gabriel Menéndez
QUE PASO CON LA NOMINACION DE NO SE ACEPTAN DEVOLUCIONES ESTA CINTA SE LLEVA POR DELANTE A CUALQUIER CINTA DE LAS NOMINADAS ESTE AÑO O ES QUE LAS PERSONAS QUE NOMINAN NO VEN CINE.
Antes de reclamar algo hay que informarse. Para que “No se aceptan devoluciones” estuviese nominada a la mejor película de habla no inglesa debería haber sido seleccionada por la academia de cine mejicana. Sin embargo dicha academia escogió “Heli” como película para representar a su país este año. La razón, no lo se, pero para poder ser seleccionada hay que estrenar la película en unas fechas determinadas, algo que igual no cumplió esa película que defiendes con tanta pasión.
Por otro lado te agradecería que no escribieses tus comentarios con mayúsculas y que usases algún signo de puntuación a la hora de escribir.