En la cuarta jornada del FICX apareció la Ruperta. “Pour le reconfort”, participante en la Sección Rellumes, tiene el dudoso honor de ser lo peor que he visto en cine en muchos años. Anteriormente, otra película de la misma sección, “A man of integrity”, me dejó buen sabor de boca y por la noche pude ver un incunable en España de Jean Luc Godard, “Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine”.
Denunciar la injusticia y la inmoralidad de un país, es algo que debería ser más frecuente en las pantallas de cine. Por desgracia, mucha gente sigue viendo este arte únicamente como una vía de escape a sus problemas del día a día, cuando en realidad es un arma muy poderosa para hacer llegar a muchísima gente un mensaje de denuncia. Esto es algo que ha entendido perfectamente el director iraní Mohammad Rasoulof en su película “A man of integrity”.
Hadis y Reza son un matrimonio que vive en un pueblo al norte de Irán junto a su hijo. Ella es directora del único colegio de chicas de la región y él tiene una pequeña piscifactoría. Tras una pelea con el guarda de la corporación que controla el agua de la zona, Reza empieza a sufrir una persecución a nivel general, en la que va descubriendo que todo el mundo a su alrededor está corrupto.
El film, como suele suceder en las películas iranís, está rodado de forma seca y adusta, pero no exenta de calidad. El ritmo no decae en ningún momento, aunque quizás haya alguna que otra escena que podría haberse cortado en el montaje, sin resentir el significado ni la calidad de la obra.
Una buena y necesaria película, en la que la denuncia social sirve como complemento al reflejo de la vida en otros continentes, algo siempre necesario para abrir las cerradas mentes de la población occidental. Se vuelve a proyectar hoy lunes a las 17.00 horas en la Sala 10 de los Cines Yelmo.
El actor francés Vincent Macaigne, un habitual en el cine galo de los últimos años, dio el salto este año a la dirección de largometrajes con “Pour le reconfort”, que se presenta en la Sección Rellumes. Sinceramente, desde mi modesta opinión, creo que se podría haber ahorrado el esfuerzo.
Pascal y Pauline son dos hermanos descendientes de la burguesía francesa, que en su día heredaron una fortuna, pero que, debido a su nula gestión, han despilfarrado. Lo único que les queda es la mansión familiar, la cual está a punto de salir a subasta. Por ello deciden volver a su tierra natal, donde se reencuentran con sus amigos de la infancia.
Si una palabra define a esta película es irritante. Tanto la forma de narrar, como los personajes, como los actores, dan literalmente vergüenza ajena. Prácticamente, todo se resume a enfocar a uno de los intérpretes y dejarle que parlotee durante varios minutos mirando a la cámara, alternado de vez en cuando con algún plano medio en el que se pueda comprobar que el resto de los personajes no se han ido de la escena por no aguantar la perorata del que está hablando.
Macaigne se ceba en sus personajes, los cuales son todos, por una razón u otra, dignos del odio por parte del espectador, el cual asiste perplejo a una sucesión de escenas deslavazadas en las que se repite una y otra vez prácticamente lo mismo.
Solo hay una escena, por la que merecería la pena salvar a esta película, aunque la considero insuficiente para ello. Casi al final del film, el director da un respiro al espectador y crea una escena bella y con algo de significado, la cual debe gran parte de su valor al director de fotografía, el español Mauro Herce. Se puede (y se debe) experimentar en el cine, pero soy de los que piensan que no vale hacer cualquier cosa, sin ningún talento en su interior, y llamarlo cine experimental.
Si alguien quiere verla de todas formas, se vuelve a proyectar hoy martes a las 17.00 horas en la sala 11 de los cines Yelmo y mañana miércoles a las 22.15 en la misma sala.
“Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine” fue uno de los muchos episodios que se rodaron a mediados de los 80 en la televisión francesa con el título de “Serie negra”. A Godard se le encargó que hiciera una versión televisiva de una novela de James Hadley Chase y, claro está, pasó lo que tenía que pasar.
El director Gaspard Bazin (Jean-Pierre Leaud) junto al arruinado productor Jean Almereyda (Jean-Pierre Mocky) están preparando el casting de figurantes para rodar una versión cinematográfica de una novela negra. Este podría ser la sinopsis de una película que se sale de todos los márgenes posibles de la narración cinematográfica, para elaborar una pequeña obra maestra de meta cine en la que las referencias literarias y los hallazgos visuales se combinan con una anarquía narrativa que da lugar a algunos momentos de delicia cinematográfica.
El director francés aprovecha al máximo los recursos técnicos que le proporciona el rodar en el sistema de video de la época, logrando momentos visuales de gran belleza y dificultad técnica. Sin embargo, como todos sabemos, este sistema de grabación resiste mal el paso del tiempo y la calidad visual de la película se resiente.
Godard pasa olímpicamente de la novela en la que tenía que haberse basado para hacer el episodio, no sólo eso, sino que la desprecia de forma continua en diversos pasajes del film. Esto hizo que, ya que la televisión francesa tenía los derechos de la misma, fuese usada posteriormente en otro episodio de la misma serie, rodado este sí, de una forma más convencional.
Esta pequeña joya desconocida hasta ahora en España, se va a estrenar en salas (me imagino que muy minoritariamente) el próximo 1 de diciembre. Como me imagino que a ciudades de provincias no va a llegar ese estreno, os recomiendo que vayáis hoy a verla a las 17.15 en Gijón Sur.
Gabriel Menéndez
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