Tercera jornada del festival, dedicada a las secciones alternativas a la Sección Oficial. Por la mañana me acerqué con los más pequeños a ver “El pan de la guerra” (“The breadwinner” 2017, Nora Twomey) dentro de la sección Enfants Terribles y la transversal Animaficx. Por la tarde vi el pase especial de “Ana de día” (2018, Andrea Jaurrieta), película española que se sumerge en la insatisfacción personal de una joven aparentemente triunfadora.
Mezclar es bueno si se sabe como hacerlo; la mezcla de conocimientos origina nuevas sabidurías y la mezcla de estilos crea nuevos géneros. Esto es lo que ha hecho la directora Nora Twomey en “El pan de la guerra” (“The breadwinner”, 2017), basada en la novela de Deborah Ellis, realizar una mixtura de géneros y estilos para, mediante la animación, contar una historia dura, pero digerible para los más pequeños.
En el Afganistán dominado por los talibanes, los cuales obligan a las mujeres a permanecer en sus casas, una familia se resquebraja cuando el padre es enviado a la cárcel sin motivo alguno. Para socorrer a su madre y hermanos Parvana, la hija menor, se hace pasar por un chico y así poder conseguir dinero y comprar comida. Pero su objetivo primordial a partir de entonces, será sacar a su padre de prisión.
Es éste un film lleno de ternura, de sentimientos a flor de piel, de la lucha diaria por sobrevivir, algo que en el mundo occidental se nos antoja casi ciencia ficción. Se nos muestra la injusticia de los talibanes, su egoista fanatismo y como afecta sobre todo a las mujeres, las cuales viven prisioneras de su propia existencia como tales.
La película sirve también como remedio para un mal endémico en nuestra sociedad actual, la generalización. Mucha gente piensa que todos los ciudadanos del mundo árabes son unos fanáticos y éste es un buen medio para hacer ver que en todos los sitios hay gente buena y gente mala. Es tan sencillo que me parece imposible que haya que seguir explicando ese concepto, pero sí, hay que hacerlo.
Nora Twomey se apoya en la rica tradición árabe de contar historias, para a través de ellas mostrarnos el interior de Parvana, su sufrimiento y su convicción. Historias, que se nos muestran en la pantalla imitando la animación clásica europea de mediados del siglo pasado. Todo un acierto por parte de la directora irlandesa y que le da a la película un aire nostálgico maravilloso, en un mundo marcado por la animación computerizada.
Se podrá volver a ver el Jueves 22 a las 12.00 en el Teatro Jovellanos.
Sentirse decepcionado con la vida de uno, es algo demasiado habitual en nuestros días. La sociedad nos marca unas pautas que, son inalcanzables para gran parte de la población. Por otra parte, muchos de los que las consiguen se dan cuenta al hacerlo, que no les han conducido a ningún tipo de satisfacción personal. De ésto nos habla Andrea Jaurrieta en “Ana de día”, su debut en el largometraje, el cual plantea un tema interesante, a través de una premisa original pero que, en el desarrollo hacia su destino, se pierde en caminos bastante trillados.
Ana (Ingrid García Johnson) es una joven abogada, a punto de casarse y con unos padres que la apoyan en todo, alguien que en teoría lo tiene todo en la vida. Un día descubre que otra persona ha ocupado su lugar en la vida, una chica exactamente igual que ella visita a sus padres, acude a su trabajo y entra en su casa con toda naturalidad. Ana, en vez de enfrentarse a ella, decide huir de su propia vida y adoptar una nueva personalidad como bailarina en un cabaret de mala muerte.
Jaurrieta recupera el mito del doble, tan presente en el cine mudo alemán de entreguerras (allí denominado “doppelgänger”) y en muchas de las obras literarias y cinematográficas del género fantástico. En este caso, se usa dicha figura como catallizador de los miedos e insatisfacciones internos de la protagonista, lo que la libera de las muchas obligaciones impuestas por ella misma y su entorno.
La idea es buena, el planteamiento es original y su desarrollo es correcto. Si embargo, la película no acaba de explotar en ningún momento, perdiéndose en su parte intermedia en situaciones reiterativas que apenas aportan nada. Me da la impresión que en un principio “Ana de día” fuera a ser un corto, que lo han alargado hasta completar un largometraje.
En el aspecto técnico, destaca el uso de montaje alternativo en algunas escenas, para originar tensión en el espectador y remarcar la importancia de dichas escenas en la película. Así mismo la directora acerca la cámara a Ingrid García Johnson todo lo posible, como medio de introducirnos en su personalidad y en lo que pasa por su mente en cada momento. Un debut prometedor por parte de Andrea Jaurrieta, que espero que no se quede simplemente en eso.
Gabriel Menéndez Piñera
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