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Elle

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Paul Verhoeven nunca me ha llamado la atención como director en sentido positivo. Es más, tiene el dudoso honor de haberme hecho sufrir con algunas de las peores películas que he visto en mi vida, como “Showgirls” (1995) o “El hombre sin sombra” (“Hollow man”, 2000). Sin embargo ahora nos presenta “Elle” (2016) una película en la que, sin llegar a cotas altísimas de nivel artístico, por lo menos nos muestra una obra lejos de la comercialidad y en la que la acidez y la mala baba son su ingrediente principal. Esto en un tiempo en que lo que se busca, en la mayoría de las películas, es contentar a la mayor cantidad de gente posible, ya me parece algo muy digno de destacar.

La historia es la siguiente: Michelle (Isabelle Huppert) es una mujer madura, propietaria de una empresa de videojuegos y cuya vida está marcada por un suceso acontecido cuando era niña. Un día sufre un ataque en su propia casa en la que es violada por un hombre con el rostro cubierto por un pasamontañas. Su reacción a este suceso no es el que la mayoría de la sociedad esperaría por su parte.

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La película se sustenta en su mayor parte, en una actuación sobresaliente (una vez más) por parte de Isabelle Hupert. La actriz francesa da vida a un personaje de múltiples caras, exento de emociones, que intenta caernos mal desde el principio de la película, pero que difícilmente lo consigue, gracias a los múltiples detalles de la personalidad que la actriz le confiere. Uno de ellos es un sentido del humor vitriólico, el cual no deja títere con cabeza entre sus allegados.

Acompañando la labor de la Hupert tenemos un guión de David Birke (que adapta la novela de Philippe Djan). Este destaca por su acidez, por su visión nada complaciente de las relaciones familiares y por mostrarnos unos personajes que se mueven constantemente entre la realidad y la caricatura. Todo ello envuelto en una apariencia de thriller convencional (pero que resulta ser lo contrario), en el que no se nos busca sorprender con extraños (e inverosímiles) giros de guión al final de la cinta, pero cuyo objetivo es incomodar al espectador y mostrarnos unas relaciones interpersonales nada convencionales.

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Por su parte, Paul Verhoeven acompaña la labor de su actriz protagonista con un trabajo de dirección frío, sin ningún tipo de virtuosismo, pero muy correcto en todo momento. Su principal acierto es conseguir una atmósfera malsana, inquietante, en la que el espectador no tiene ni idea de que va a ser lo siguiente que le van a mostrar en pantalla. Verhoeven consigue aquí lo que no logró en su día con “Instinto básico” (“Basic instinct”, 1992), es decir, provocar al espectador pero dentro de una historia realista, sin recurrir a trampas de guión para mantener el interés de la platea continuamente.

Esta apuesta tiene su peaje, por supuesto. Así, la excesiva frialdad de la historia, como se nos muestra en pantalla y su ritmo cadencioso pueden desesperar al impaciente espectador de estos días, acostumbrado a que le quieran sorprender cada 15 minutos. Verhoeven no busca complacer al espectador, si no que busca complacerse a sí mismo mostrando su peculiar visión del mundo que le rodea. Un mundo sórdido, en el que las emociones se diluyen a través de los instintos primarios y en el que todo el mundo oculta una cara oscura tras de sí.

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“Elle” mezcla a Hitchcock con Haneke, consiguiendo un thriller nada convencional con gotas de “Giallo” italiano y en el que Verhoeven se remonta a sus orígenes para resucitar una carrera como director que parecía absolutamente acabada. En definitiva, se trata de una brisa fresca dentro de una cartelera actual que cada año que pasa recurre más y más a los remakes y refritos garantizadores de éxito comercial.

Gabriel Menéndez Piñera

 

 

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