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El muelle de las brumas

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El realismo poético es una corriente cinematográfica nacida en Francia en la década de los 30 del pasado siglo y que consistía en realizar películas  de temática social, pero en las que el clima poético y su alta carga dramática son elementos primordiales, de tal forma que influyen en muchos de los aspectos del film, sobre todo en la puesta en escena del mismo. A este movimiento pertenecen, una de las mejores películas de la historia “La regla del juego” (“La regle de jeu” 1939, Jean Renoir) y “El muelle de las brumas” (“Le quai des brumes” 1938, Marcel Carné), que es la película de la que vamos a hablar a continuación.

El argumento es el siguiente: Jean (Jean Gabin) es un soldado francés que ha desertado de su batallón y que busca la manera de salir del país, por ello se dirige a El Havre, donde espera conseguir plaza en algunos de los barcos que desde allí se dirigen a Centroamérica. Durante su corta estancia en la ciudad, Jean conocerá a una variada pléyade de personajes que pueblan las noches de la ciudad portuaria. Entre ellos se encontrará con Nely (Michelle Morgan), una joven de 17 años que se ha escapado de los brazos de su tutor, Zabel (Michel Simon) y que salía con Maurice, el cual ha desaparecido. Maurice solía colaborar con Lucien (Pierre Brasseur) un matón de vía estrecha que también se cruzará con Jean.images (15)

El guión lo creó Jacques Prevert, colaborador habitual del director Marcel Carné, y está  basado en la novela escrita por Pierre Dumarchais.  En él, se nos cuenta una historia  de carácter social, pero protagonizada por personajes que parecen salidos de un sueño, como el pintor que se quiere suicidar, el borracho que únicamente desea dormir una noche en una cama con sábanas blancas o Panamá, el dueño de la taberna portuaria, cuya bondad con los demás únicamente es comparable con su amor por el país con cuyo nombre le han apodado. Además Prevert crea unos diálogos afilados, como era habitual en él, que fluctúan entre el argot y la literatura.

Destaca la actuación de la pareja protagonista, así Jean Gabin vuelve a repetir el mismo tipo de personaje que había realizado el año anterior en la película Pépé le Moko (Julien Duvivier, 1937). Así, su hombre duro, fuerte, pero frágil por dentro y de buen corazón nos vuelve a llegar a lo más hondo. Para ello cuenta con la inestimable colaboración de su compañera en la película Michéle Morgan, cuya mirada pura y cristalina nos introduce en un mundo de nostalgia. Por otro lado, su vestuario en esta obra, ese chubasquero y esa boina, le hacen parecer disponer de una coraza que le separa de la dureza de la realidad por la que es rodeada.

La fotografía, obra de Eugen Schufftan, es sencillamente magistral, usando la niebla como un elemento activo en la película. Para ellos se utilizó una iluminación dura que contrasta claramente las escenas diurnas con las nocturnas. A ello se suma la dirección artística del maestro Alexander Trauner, el cual crea unas escenografías estilizadas, casi fantasmagóricas. Merece especial atención los decorados de la feria a la que van Jean y Nely, y como al amanecer sigue junto a ellos, mostrándonos que esa relación entre los dos (al igual que la visita de las ferias a las ciudades) tiene fecha de caducidad.

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La obra del director artístico Alexandre Trauner merece un punto y aparte, ya que tras colaborar en Francia con René Clair y Marcel Carné, trabajó en los años 50 con Orson Welles y conoció una segunda juventud en el cine norteamericano trabajando con directores como Joseph Losey, Fred Zinneman, John Huston y sobre todo con Billy Wilder, con el que colaboró en películas como “Testigo de cargo” (Witness for prosecution”, 1957), “El apartamento” (“The apartament”, 1960), “Uno, dos, tres” (“One, two, three”, 1961). “Irma la dulce” (“Irma la douce”, 1963), “Bésame tonto” (“Kiss me stupid”, 1964) o “Fedora” (1978).

Todo ello es mezclado con maestría por el director Marcel Carné creando una película maravillosa en la que todos los personajes (incluidos los secundarios) están desarrollados a la perfección y las escenas se suceden a buen ritmo,  A su vez, la forma de mostrarnos la vida en los bajos fondos de una manera tan poética es realmente destacable, creándose mucha empatía entre el espectador y la pareja protagonista. Como es habitual en Carné el pesimismo reina durante toda la cinta, mostrándonos un mundo duro, difícil y del que los personajes intentan salir sin llegar a conseguirlo.Le Quai des Brumes

Carné tuvo la desgracia de coincidir temporalmente con el genio Jean Renoir, por lo que su obra siempre fue comparada con la de éste, siendo por ello infravalorado durante toda su carrera. Sin embargo una revisión de sus películas nos descubre a un director de gran nivel, capaz de crear atmósferas inigualables. Otras películas de este director son: “Hotel del Norte” (“Hotel du Nord”, 1938), “Los niños del Paraíso” (“Les enfants du Paradis”, 1945), “Teresa Raquin” (“Therese Raquin”, 1953), “El aire de París” (“L’air de Paris”, 1954) y “Los tramposos” (“Les tricheurs”, 1958).

En definitiva, se trata de una gran película que merece mucho la pena ver y así descubrir un tipo de cine hoy olvidado por la mayoría. Se puede conseguir esta obra en DVD, aunque únicamente en un pack con otra de las películas de este director, “El aire de París”. Dicho pack pertenece a la colección de unos grandes almacenes especializados en música y cine.

Gabriel Menéndez Piñera

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