Hace unos días ya comenté de pasada que una de las películas que más me impresionó cuando la vi de niño fue “Calle sin salida” (“Dead end” 1937, William Wyler), llegando, en 1982 (o 1983), a dejar de ir al cine del colegio a ver una reposición de “La guerra de las galaxias” (“Star wars 1977, George Lucas) por quedarme en casa para ver por tercera vez esta maravillosa película que no me cansaba de ver cada vez que la echaban por la televisión.
Si algo me llamaba la atención de esta película en aquella época eran los personajes de los chavales pobres que aparecen en la película. Estos personajes no tenían nada que ver con los de las películas que se veían en el cine de los 80, los cuales vivían en casas más o menos lujosas y no tenían que luchar para subsistir. Así mismo la figura del gangster encarnada por Humphrey Bogart marcó en mi interior el amor a un género como es el cine negro y de gangsters que aún hoy es mi preferido.
La historia gira en torno a un barrio pobre de Nueva York junto al East river, al lado de este barrio han construido unos cuantos bloques de lujosas viviendas, cuyos habitantes, debido a las obras en la salida principal, tienen que atravesar el barrio de los pobres para poder acceder al resto de la ciudad. En dicho barrio vive Drina (Sylvia Sidney), la cual se las arregla como puede para mantener a su hermano Tommy, que es el jefe de la banda de chicos del barrio, los cuales se dedican todo el día a holgazanear y armar camorra. Drina está enamorada de Dave (Joel McCrea), joven arquitecto que lleva toda su vida en el barrio, del cual todos les gustaría huir. Un día llega al barrio “Baby Face” Martin (Humphrey Bogart), peligroso gangster que vuelve por un día al lugar donde nació y se crió, con la esperanza de poder ver a su madre y a su antigua novia Francey (Claire Trevor).
El guión fue firmado por Lillian Hellman y está basado en la obra teatral de Sidney Kingsley que había sido un éxito clamoroso en Broadway. Dicho guión respeta en lo esencial la obra de teatro original, suavizando únicamente algunos diálogos demasiado duros y que no iban a pasar el filtro de la censura así como la enfermedad que sufre la novia de “Baby Face”. A cambio, la escritora acentuó los componentes sociales del drama desde un punto de vista liberal.
Es difícil enumerar todas las virtudes de este film, pero habría que empezar por destacar la excelente labor de todos y cada uno de los actores, los cuales están soberbios. Mención especial para una maravillosa (como siempre) Sylvia Sidney y para un Humphrey Bogart que poco a poco iba ganando peso en Hollywood gracias a actuaciones como la de esta película. Por supuesto tengo que mencionar también el excelente trabajo de los “Dead End Kids”, como a partir de entonces fueron conocidos los chavales de la pandilla del barrio (que ya habían interpretado el mismo papel en Broadway) y que les valió el ser contratados en otras películas del género negro en bloque como si un único actor se tratase. De esta forma se les puede ver en las siguientes películas “negras”: “Chrime school” (1938, Lewis Seiler), “Angeles con caras sucias” (“Angels with dirty faces” 1938, Michael Curtiz), “Me convirtieron en un criminal” (“They made me a criminal” 1939, Busby Berkeley) y en “Hell´s Kitchen” (1939, Lewis Seiler).
La labor de William Wyler vuelve a ser excelente, como en la mayoría de sus películas. Uno de los creadores del plano secuencia, el cual en esta ocasión utiliza al principio y al final de la película de una forma muy concreta. Al principio se nos muestra un plano de la ciudad de Nueva York y la cámara empieza a descender lentamente hasta llegar a los decorados que representan las calles del barrio en donde se desarrolla la acción, mientras que al final de la película se reproduce ese mismo plano secuencia pero a la inversa. Con ello Wyler nos da a entender que se nos ha contado una de las miles historias que todos los días se producen en esa enorme urbe que es la ciudad de Nueva York.
La crítica social, muy presente en el guión, también se nos muestra a través del trabajo de Wyler. Un ejemplo de ello es la primera conversación que tienen el personaje de Bogart y el de McCrea tras reencontrarse, como si fueran dos caras de la misma moneda. Para ello se nos muestra a ambos personajes sentados en un plano lateral de tal forma que si dividiésemos la pantalla por la mitad la figura de uno quedaría justo encima de la del otro. En este caso McCrea sería la cara (el hombre honrado que trata de ganarse la vida como puede) y Bogart sería la cruz (el que ha escogido el camino fácil saltándose la ley). Sin embargo Wyler va más allá, ya que sitúa a Bogart sentado en una caja lo que le hace estar por encima de McCrea, ello nos indica que Bogart está contento con la vida que lleva y los privilegios económicos que le reporta, mientras que McCrea está cansado de su vida en el barrio y ya no sabe que hacer para salir de él. Todo ello nos lleva a pensar que es Bogart el que ha acertado con el camino que ha escogido en su vida y que la sociedad premia a los forajidos y castiga a los hombres honrados y eso mismo es lo que piensan los chavales del barrio que ven en el personaje del gangster el ejemplo a seguir, no el del honrado arquitecto.
Otro gran acierto de Wyler es utilizar las gamberradas de la banda de jóvenes del barrio como nexo de unión entre las diferentes historias que se suceden entre los adultos. De esta forma la acción se traslada de forma muy fluida entre una situación y otra, teniendo como hilo conductor las peripecias de los jóvenes del barrio, lo cual crea una especie de puzzle narrativo apasionante. Esto trae consigo además que el ritmo de la película sea poco menos que vertiginoso. Además hay que resaltar el uso de la profundidad de campo de forma constante en todas las escenas que se suceden en la calle, llegando a suceder tres o cuatro escenas al mismo tiempo en el mismo plano.
Finalmente no se puede obviar el trabajo de uno de los mejores directores de fotografía de la historia que en esta ocasión tuvo carta libre para expresar su talento y vaya si lo aprovechó. Me estoy refiriendo a Gregg Toland, el cual en tres escenas clave del film deja su impronta al espectador de una manera indeleble. Así en el encuentro entre “Baby Face” y su madre predomina la oscuridad, con una iluminación baja, anticipándonos lo que va a pasar. Posteriormente cuando el gangster localiza a su antigua novia utiliza una iluminación lateral lo que deja la mitad de sus rostros en penumbra, pero a la hora de mostrar la enfermedad de Francine utiliza una iluminación sobreespuesta con luz abundante. Finalmente, en la escena del tiroteo (no digo más) usa una iluminación en clave baja y en ocasiones, a contraluz que crea un clima de asfixia que será imitado hasta la saciedad en futuras películas del género negro.
Actualmente se puede conseguir esta película en DVD en una edición doble junto con otra película de género negro: “Balas o votos” (“Bullets or ballots” 1936, William Keighley). De momento no hay noticias de una edición en Blu-Ray, esperemos que no tarde mucho en aparecer en dicho formato.
En definitiva, se trata de una de las mejores películas de género negro con abundantes dosis de drama social. Es de esas películas que cuando acabas de verla te preguntas por qué no se hacen películas como ésta desde hace muchísimo tiempo.
Gabriel Menéndez Piñera
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