Seguir oyendo que el cine ha muerto o que ya no se hacen películas de calidad es algo que me puede, especialmente cuando este año 2013 ha parido algunas de las mejores películas que la persona que escribe este post ha podido ver en su vida. Una de esas películas es sin duda “La gran belleza” (2013, Paolo Sorrentino), otra muestra más de que el cine europeo se encuentra ahora mismo en una situación privilegiada y que no para de dar salida, cada poco tiempo, a auténticas obras maestras.
La historia comienza en la fiesta del 65 cumpleaños de Jep Gambardella (Tony Servillo), antiguo novelista que en la actualidad escribe críticas de arte para una publicación y que toda su vida ha sido una fiesta continua, gracias a que nunca le ha faltado el dinero ni el talento para caer en gracia a sus semejantes. Sin embargo una noticia inesperada hace que a partir de este momento su vida adquiera un enfoque diferente en el que la nostalgia y el quere aprovechar aún más el tiempo que le queda de vida, se convierten en su “leiv motiv”.
Toda la película gira practicamente en torno a este personaje principal algo que ya hemos visto este año en otras dos grandes peliculas ya comentadas en este blog: “La herida” (Fernando Franco) y “La vida de Adele” (Abdellatif Quechiche). Sin embargo este personaje es diferente, tiene un carisma espectacular, de tal forma que, desde su primera aparición en pantalla, el espectador conecta de inmediato con él, con su simpatía, su sabiduría, su personalidad. Este “bon vivant” se ha convertido por derecho propio en uno de los grandes personajes de la historia del cine europeo y a ello ayuda especialmente la extraordinaria interpretación de Tony Servillo, el cual se mimetiza de tal forma con el personaje que te olvidas que hay un actor interpretándolo. Servillo, que ya había trabajado en tres de las anteriores películas de Paolo Sorrentino, es sin duda uno de los muchísimos aciertos de esta increible película.
No obstante la magia de la película no sólo reside en su personaje principal, sino que ésta abarca casi todo lo que se nos muestra en la misma. Desde la secuencia inicial, en la que un turista asiático muere repentinamente durante la visita a unos monumentos, tras la que se nos lleva a la escena de la fiesta de cumpleaños de Jep en la que el montaje casi frenético de lo que ocurre en la misma nos llega a aturdir, nos damos cuenta de que estamos ante una obra magna, en la que el talento de su director y guionista Paolo Sorrentino nos llega a emocionar.
Las diferentes lecturas que se pueden hacer de esta película son muchas y variadas. Sin embargo yo me quedo con la idea de la identificación del personaje principal con la propia ciudad de Roma y como se nos muestra a Jep como el centro de todo lo que ocurre, al igual que sucedía con la ciudad italiana en su momento. Así mismo la relación del resto de personajes con Jep se puede equiparar con la relación que tienen con la ciudad, ya que como he comentado antes el personaje principal tiene todas las virtudes y los defectos de la capital italiana, es decir, cultura, capacidad de ocio infinito, sabiduría, dejadez, nostalgia infinita, un puntito de crueldad etc.
Es el tema de la nostalgia algo recurrente en el film en el que se llega a decir la siguiente frase: “lo antiguo es bueno, lo nuevo es malo”. Nostalgia que se refleja en las fiestas que estos maduros ociosos celebran queriendo perpetuar una juventud que hace tiempo que dejaron atrás y que llega a su mayor expresión cuando se nos muestra la decadencia de la aristocracia venida a menos con sus palacios, repletos de maravillosas obras de arte, cerrados o convertidos en museos para los turistas.
La vida, la fragilidad de la misma y las diferentes maneras de usar el poco tiempo que nos da la misma es otro de los temas principales de la película. Para ello Sorrentino nos muestra a diferentes personas, con mayor o menor relación con Jep, en su discurrir por una vida tramposa que algunos consumen poco a poco y otros se la beben de un trago. Así mismo, no podía faltar en una película que nos habla de Roma el papel de la Iglesia Católica, la cual es criticada de una forma quizás excesivamente suave y amable. Cosa que no ocurre con las críticas al arte moderno y conceptual al que se le tacha de poco menos que de farsa muy adecuada para snobs e ignorantes.
La labor del director Paolo Sorrentino es algo fuera de normal, ya desde la escena de la primera fiesta, en la que mediante un montaje acelerado se nos muestra toda la fauna presente en la misma, nos damos cuenta de que vamos a ver algo con una calidad infinita. Y no nos equivocamos, a partir de ahí y hasta el final de la película Sorrentino nos muestra todo un catálogo de movimientos de cámara, planos bellísimos y puestas en escena singulares que nos hace disfrutar de todos y cada uno de los minutos que dura la película. Sin duda estamos ante un director que nos va a dar muchas alegrías a los amantes del cine, alegrías que ya nos había anunciado con una de sus anteriores obras, “Il divo” (2008, Paolo Sorrentino), pero que ahora con “La gran belleza” el director italiano nos muestra un caudal de talento que esperemos que nunca se llegue a secar.
Por supuesto es imposible hablar de esta película sin recordar otra película italiana mucho más antigua, es imposible hablar de “La gran belleza” sin acordarnos de “La dolce vita” (1960, Federico Fellini). Sin embargo no creo justo considerar (como algunos han comentado) a la película que nos ocupa como una copia modernizada de la obra del maestro Fellini. En mi opinión son dos películas diferentes que tratan temas diferentes bajo una óptica similar y usando el mismo escenario de fondo.
Para finalizar simplemente quiero reseñar que “La gran belleza” ha ganado en los recientes premios del cine europeo los galardones a la mejor película, mejor actor, mejor director y mejor montaje. Así mismo Toni Servillo se llevó el premio al mejor actor en el pasado Festival de cine europeo de Sevilla y la película está nominada a los Globos de oro como mejor película en lengua extranjera. Como dice el refrán “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.
Gabriel Menéndez Piñera
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