En la historia del cine ha habido unos cuantos actores (otro día hablaré de las actrices) que nada más verlos en pantalla te identificabas con lo que le sucedía a su personaje y te olvidabas de todo lo demás que ocurría a su alrededor. Haré una pequeña lista para explicarme mejor: Charles Chaplin, James Stewart, Humphrey Bogart, Jack Lemmon, Marlon Brando, Marcello Mastroiani y unos pocos más tenían ese “algo” especial que los hizo no sólo grandes actores, si no también estrellas mundialmente conocidas. En la actualidad esta sensación de empatía total únicamente me sucede con François Cluzet, el protagonista de “En solitario” (“En solitaire”, 2013).
La película nos cuenta la siguiente historia: Yann Kermadec (François Cluzet) es un regatista el cual, debido a la lesión de su amigo y hermano de su novia Frank Devil (el actor y director Guillaume Canet), tiene la oportunidad de participar en la Vendée Globe, la regata alrededor del mundo en solitario y sin escalas, manejando el barco de Frank. Tras varios días de competición en los que ha ocupado las primeras posiciones Yann tiene que parar a arreglar una avería en el velero; tras ponerse en marcha de nuevo descubrirá que no está sólo en la embarcación ya que un joven polizón se le ha subido a bordo de la misma.
La película se sustenta en dos bases principales, por un lado las espectaculares escenas de navegación que ocupan buena parte de la historia y por otro, la presencia en pantalla durante la mayor parte del film de un inmenso François Cluzet que nuevamente consigue transmutarse en un personaje de fuerte personalidad. Respecto a las escenas de navegación tiene mucho mérito la labor realizada tanto por el director Cristophe Offenstein como por los técnicos que tomaron parte en la creación de las mismas, ya que consiguen transmitir un nivel de realismo muy alto (al menos para un profano en la navegación como yo) y así mismo consiguen crear estampas naturales de una gran belleza.
Respecto a François Cluzet sólo puedo decir que descubrí a este enorme actor francés hace unos cuantos años viendo “Finales de agosto, principios de septiembre” (“Fin août, début septembre” 1998, Olivier Assayas). En aquella ocasión el deslumbramiento vino por partida doble, por una parte gracias a esa película descubrí a uno de mis directores preferidos, el frencés Olivier Assayas y por otra, me maravilló François Cluzet como actor con una personalidad arrolladora. Sin embargo parecía que yo era el único que percibía el enorme talento de este actor, ya que tras esta película me costó encontrarle en otras películas posteriores que merecieran la pena. Sí tuve la oportunidad de recuperar su excelente trabajo en “El infierno” (“L’enfer” 1994, Calude Chabrol) y su actuación en la mítica película de Jazz de Bertrand Travernier “Alrededor de la medianoche” (“Round midnight”, 1986). Por suerte para él y para todos nosotros todo comenzó a cambiar cuando hizo su primera película con el director Guillaume Canet “No se lo digas a nadie” (“Ne le dis â personne”, 2006), la cual no es que sea una maravilla, sobre todo por culpa de un guión tremendamente tramposo, pero Cluzet consiguió con ella darse a conocer a un público mucho más amplio. Posteriormente en 2010 rodaría de nuevo con Canet “Pequeñas mentiras sin importancia” (“Les petits mouchoirs”), película coral que fue un gran éxito por toda Europa, para en 2011 protagonizar el mayor éxito de taquilla del cine europeo en muchos años y la película de habla no inglesa más taquillera de la historia. Estoy hablando de “Intocable” (“Intouchables”, Olivier Nakache, Eric Toledano) que supuso su trampolín definitivo hacia el reconocimiento mundial y que espero que le abra la puerta definitivamente a un mayor abanico de películas en las que pueda demostrar su talento.
En el caso que nos ocupa la película tiene su mayor rémora en un guión previsible y demasiado simple, así Jean Cottin y Cristophe Offenstein, los autores del mismo, escriben un relato prácticamente basado únicamente en la anécdota principal, inventada por Fréderic Petitjean, en la que se basa la película. Así mismo, hay una escena casi al final de la película absolutamente inverosímil y que realmente no entiendo como puede haber pasado el filtro necesario para permanecer en el montaje final de la misma. Por otro lado, la crítica social presente en el film a través del personaje del polizón es muy ligera pudiendo resumir la misma en la pregunta que hace el personaje del joven polizón cuando Yann le comenta que se ha subido en un velero que da la vuelta al mundo. En ese momento el joven sorprendido le pregunta ¿Y para qué? incrédulo ante la noticia de que haya gente que arriegue su vida en un viaje que vuelve al mismo punto donde comenzó tras meses de navegación en solitario.
Otro aspecto negativo del film es la pobre labor del resto del reparto, el cual no parece haber recibido mucha ayuda del director de la película a la hora de recrear sus personajes. Sale especialmente mal parado el joven e inexperto actor Samy Seghir que da vida al polizón y que comparte la gran mayoría de sus escenas con un François Cluzet que practicamente lo borra de la pantalla.
La labor del director Cristophe Offenstein, el cual debuta como tal con esta película, tiene como ya he comentado luces y sombras. Sombras que no acaban de empañar el resultado final que yo catalogaría de medianamente aceptable, pero que se basa en demasía en su actor principal, en la belleza de la fotografía y en el realismo de las escenas de navegación.
En definitiva, se trata de una película de buen nivel y que nos da una muestra más del talento de un François Cluzet al que no nos cansamos de ver en pantalla durante los 95 minutos que dura “En solitario”. Eso mismo pensaron los espectadores del pasado Festival internacional de cine de Gijón los cuales eligieron a esta película como la mejor de la sección Rellumes (sección aparte de la Sección Ofcial y que se caracteriza por ser el público el que escoge a la obra ganadora).
Gabriel Menéndez Piñera
Comentarios recientes