Durante una escena de “Boyhood” (2014, Richard Linklater) el chico protagonista le pregunta a su padre si la magia existe de verdad, en ese momento mientras veía la película yo pensé: “Sí que existe, en las pantallas de cine”. No encuentro mejor manera de expresar lo que sentí como espectador al ver esta cinta tan sencilla como compleja, tan dulce como cruel, tan arriesgada como familiar.
“Boyhood” nos cuenta la vida de Mason, un niño norteamericano como otro cualquiera (con padres separados, con una hermana mayor, con sus amigos de la infancia) desde los 6 años hasta que entra en la universidad con 18. Este periplo transcurre con los altibajos propios de una vida normal a esa edad, con momentos buenos y malos, tomando pequeñas decisiones e intentando crear una personalidad propia. Entonces, ¿qué es lo que hace que esta película sea diferente a las demás que nos llegan de Estados Unidos?. Precisamente eso, su sencillez argumental, su supuesta falta de pretensiones, su “normalidad” al tratar los diferentes temas que se nos plantean. Pero no sólo eso, hay muchas más cosas que rascar en esta película y eso es lo que voy a tratar de explicar a partir de este momento.
Como muchos ya sabréis esta película se rodó durante los 12 años en que transcurre, rodando una semana al año con los mismos actores en un total de únicamente 39 días de rodaje. Esto no sólo afecta al personaje principal (interpretado por Ellan Coltrane) y su hermana (Lorelei Linklater, la hija del director), que van evolucionando físicamente de forma clara a lo largo de la cinta si no que sus padres en la ficción (Patricia Arquette y Ethan Hawke) también sufren los rigores de los doce años transcurridos desde que se inició el rodaje hasta el momento que se grabaron las últimas escenas interpretadas por ellos. Esta forma de rodar, ínédita hasta la fecha, suponía muchos riesgos ya que en doce años pueden pasar muchas cosas a los cuatro actores principales (pensemos únicamente en Robin Willians y en Philip Seymour Hoffman). No sólo eso, pueden torcerse muchas cosas en el entorno de la producción en un periodo tan largo de tiempo que podían haber obligado a suspender la misma antes de su finalización. Por suerte tal cosa no sucedió y ahora podemos disfrutar de esta gran película en nuestras pantallas de cine.
Por supuesto una película como ésta se tiene que sotener, entre otras cosas, en una buena labor de sus actores. Y es lo que sucede tanto con las dos estrellas del filme Patricia Arquette y Ethan Hawke como con los dos niños que se van haciendo adultos ante nuestros curiosos ojos de espectador de cine. Mención especial para un personaje secundario, como es el segundo marido de la madre, el profesor Bill Wellbrock magistralmente interpretado por Marco Perella.
El director Richard Linklater ha hecho una película al estilo europeo, más concretamente a la francesa, una película de personajes profundos, complicados, imperfectos que ven pasar la vida ante sus ojos y toman decisiones correctas o equivocadas que marcan su transcurrir por la misma. No resulta complicado acordarse de tres películas francesas recientes que tratan un tema parecido al de ésta obra, aunque no abarquen un periodo tan extenso en la vida de sus personajes como ocurre en esta ocasión. Las películas a las que me refiero son: “Un amor de juventud” (“Un amour de Jeunesse” 2011, Mia Hansen-Love), “Después de Mayo” (“Apres Mai” 2012, Olivier Assayas) y “La vida de Adèle” (“La vie d’Adèle” 2013, Abdelatif Kechiche). Las dos últimas ya hablé de ellas el año pasado en este mismo blog.
El director (autor también del guión) consigue contar una historia sencilla y a la vez compleja, con muchas aristas casi imperceptibles que hay que descubrir. A la vez logra crear un ritmo constante durante las casi tres horas que dura la película, consiguiendo captar la atención del espectador en todo momento sin recurrir a giros argumentales ni a grandes dramas o chistes fáciles.
Tras todo lo dicho me gustaría recalcar que lo que más me ha llamado la atención personalmente es que el director centrándose en el periodo de crecimiento del niño protagonista consigue que me fije más en la evolución de los personajes adultos y en la complejidad de los mismos, de tal forma que se nos muestra a la vez la formación de una persona que está empezando su vida y el desarrollo y los cambios que se generan en personas adultas que sufren los rigores de la vida y de la sociedad.
Para ello Linklater usa magistralmente a los dos personajes paternos, por un lado la madre que se sacrifica por criar a sus hijos a la vez que crece profesionalmente y que cuando éstos abandonan el nido se encuentra que tras tantos años de sacrifico no obtiene ninguna recompensa personal. Por otro, el padre que en un principio no quiere aceptar las responsabilidades que le marca la sociedad y tras separarse de su mujer viaja a Alaska a trabajar y buscar su verdadero yo. Sin embargo con el paso de los años es engullido por la maquinaria social y no sólo trabaja como agente de seguros si no que crea una nueva familia en un entorno mucho más ahogadizo que el que tenía con su primera esposa y madre de los niños.
Pero el director no sólo utiliza a los personajes de los padres para mostrarnos su visión del mundo, si no que usa magistralmente a los diferentes personajes secundarios adultos que aparecen por la película. Hay muchos ejemplos de ésto: el amigo del padre que continúa tocando en grupos de música, ganándose la vida de una forma digamos alternativa, el profesor universitario alcólico y de carácter violento, el héroe de guerra que acaba frustrado al reincorporarse a una sociedad que no le ofrece la adrenalina del ejército, el profesor de fotografía que es consciente del potencial de alguno de sus alumnos, etc.
En definitiva, una gran película, una rara avis en el panorama cinematográfico estadounidense que sin duda merece la pena disfrutar en pantalla grande y que puede dar lugar a extensos debates tras su visionado.
Empecé este análisis con una frase de la película y quiero acabar con otra que le dice el profesor de fotografía a Mason: “Fotos puede hacer cualquier mamón, el arte es otra cosa”. Transladándola al mundo del cine: películas puede hacer cualquier mamón (no voy a dar nombres), el arte de hacer cine es otra cosa, es algo como ésta película….. y muchas otras.
Gabriel Menéndez
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