Un año más, un festival de cine de Gijón más, pero no será simplemente uno más, nunca lo son, ya que todos los años la mezcla de películas, tertulias y conciertos que supone este festival hace que cada edición sea única, con momentos y sensaciones que se me quedan clavados en el cerebro.
En esta ocasión, la película encargada de inaugurar la edición de este año fue “La calle de la amargura”, dirigida por el mejicano Arturo Ripstein. En ella se nos muestra a un variopinto grupo de personajes formado por enanos luchadores, borrachos, prostitutas, mendigos que componen en un barrio de Ciudad de Méjico una especie de patio de las maravillas, en el que cada uno sobrevive como puede. Allí malviven dos prostitutas de avanzada edad, las cuales tienen que lidiar con la inseguridad de su oficio, el cual va dejándolas atrás cada día un poco más. Por ello, deciden dar un paso adelante para intentar aumentar sus ingresos mediante la fórmula de dormir a sus clientes con una droga para después robarles.
La pobreza está presente en toda la película, no sólo la pobreza económica, si no también la pobreza física y moral de los personajes, acostumbrados a hacer lo que sea para sobrevivir en un ambiente tan duro. En este punto la película nos lleva a uno de los grandes referentes de la obra de Ripstein como es Luis Buñuel, ya que en todo momento nos acordamos de esa gran película del maestro aragonés que es “Los olvidados” (1950). Sin embargo los personajes de “La calle de la amargura” resultan poco creíbles, no resulta fácil conectar con ellos y con sus problemas, creados no sólo por el ambiente circundante, si no también por ellos mismos. Además, las pobres interpretaciones de las actrices protagonistas no ayudan a la causa general de una película que por lo que más destaca es por sus valores técnicos que los tiene y muchos.
La película está rodada en un maravilloso blanco y negro que nos recuerda a “Fellini, ocho y medio” (“Otto e mezzo” 1963, Federico Fellini), con un contraste bajo que resalta los claroscuros de ese ambiente de pobreza y desesperación. Por otro lado, Ripstein alterna secuencias en las que la cámara se mueve suavemente alrededor de los personajes, con otras en las que permanece fija en lo alto, como si estuviera vigilando lo que sucede a su alrededor. Escenas como las del ring en el que entrenan los enanos luchadores que nos lleva a recordar míticas escenas del cine negro americano de los años 40 con aquellos combates de boxeo fotografiados igualmente con un contraste muy bajo.
Para los que queráis acercaros a este submundo de pobreza generalizada mostrado de manera brillante por Ripstein y su equipo técnico tenéis la oportunidad de verla nuevamente, hoy sábado a las 20.00 horas en los Cines Centro, Sala 5.
La segunda película que pude ver ayer pertenece a la sección “Gran Angular”, su título es “Anomalisa” y es, sin duda, una película diferente. Se trata de un film de animación norteamericano que, hasta la fecha, es el film de ese país más adulto que se ha estrenado este año. La película nos habla de la vida, de lo vacío que nos podemos llegar a sentir y de lo solos e incomprendidos que podemos llegar a estar en determinados momentos de nuestra vida.
Michael Stone es una persona aburrida, aburrida de su trabajo, de su familia y del resto de la gente. No consigue encontrar nada que le motive y por ello se encuentra sumido en una crisis de ansiedad. Todo el mundo le parece igual, con sus mismas conversaciones banales y su aburrido y monótono tono de voz. Sin embargo durante un viaje de trabajo, conoce a Lisa una chica con una voz muy especial que hace que su vida de un vuelco.
El film está codirigido por Duke Johnson y Charlie Kaufman. Este último, coautor también del guión, es sobradamente conocido por su excelente labor como escritor de películas excelentes: “Como ser John Malkovich” (“Being John Malkovich” 1999, Spike Jonze), “Olvídate de mi” (“Eternal sunshine of the spotless mind” 2004, Michel Gondry) o “Adaptation, el ladrón de orquideas” (“Adaptation” 2002, Spike Jonze).
La película, rodada con la técnica de stop-motion, es una pequeña maravilla, con escenas de un realismo increible. Mención aparte merece el momento en el que el protagonista monta en un taxi de noche, el cual está rodado de tal manera que parece totalmente una escena hecha con imagen real en vez de con muñecos.
Si algo nos ha quedado siempre muy claro con Charlie Kaufman es que piensa mucho y que sueña mucho también. Todo eso queda reflejado en sus películas y ésta no es una excepción. En esta ocasión parte de una base muy simple para contarnos algo que le sucede a determinadas personas que no acaban de encajar en un entorno social como el actual, el cual no les ofrece motivaciones suficientes. No puedo dejar de acordarme de otra película que nos hablaba de este mismo tema hace ya 65 años. Me refiero a esa joya semi desconocida que se titula “En un lugar solitario” (“In a lonely place” 1950, Nicholas Ray) en la que el personaje interpretado por Humphrey Bogart iba dos pasos por delante en cuanto a inteligencia y personalidad respecto de todo el mundo que le rodeaba lo que le producía una eterna insatisfacción que se traducía en ataques de ira.
No puedo dejar de recomendaros que vayáis a ver esta reflexión sobre la vida que seguro os dará mucho que pensar cuando abandonéis la sala de proyección. La otra oportunidad de verla será el próximo Martes 24 a las 22.30 en la Sala 2 de los Cines Centro.
Gabriel Menéndez
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