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Leviatán

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Si hay una favorita este año para llevarse el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, esa es la película polaca “Ida” (2013, Pawel Pawlikovski), sin embargo hay otra película europea que puede ser su gran rival (junto con “Relatos salvajes”) para hacerse con la estatuilla y que vuelve a demostrar el buen momento del cine en el viejo continente. Me refiero a “Leviatán” (“Leviathan”, 2014), película rusa dirigida por Andrei Zvyagintsev y que, con un aire de dura melancolía, nos muestra la triste realidad que se vive en muchos lugares.

El argumento gira en torno a Kolya (Aleksey Serebryakov) un mecánico que vive en un pequeño pueblo costero del norte de Rusia junto a su pareja Lilya (Elena Lyadova) y su hijo adolescente. Sin embargo, Kolya está enfrentado al alcalde de la localidad que ha dispuesto la expropiación de su casa para, supuestamente, crear un centro de telecomunicaciones. Por ello ha pedido a su amigo Dimitry, abogado en Moscú, que venga a ayudarle en el juicio que está a punto de celebrarse al respecto.

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 La película tiene varios puntos de interés y muchas vías de interpretación de lo que nos cuenta. Lo primero que nos llama la atención es la maravillosa fotografía en la que los paisajes nevados y el aspecto desolado de algunas partes del pueblo y sus alrededores se nos muestran en una mezcla entre la belleza natural y la fealdad creada por el hombre. Las imágenes se nos muestran en una paleta de colores más bien fríos, en los que predominan el azul y el gris.

El director, Andrei Zvyagintsev, realiza una labor memorable, mediante una puesta en escena consistente y un ritmo fluido, dentro de una historia contada sin ninguna prisa y que se recrea en determinadas escenas. Así mismo, el uso de la elipsis en las escenas clave hace que se cree una cierta distancia hacia al espectador que inculca más realismo a la película, ya que de ese modo el espectador no es un Dios omnisciente presente en todo lo que sucede si no que, al igual que los personajes, no sabe a ciencia cierta que es lo que ha sucedido.

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El Leviatán del título es un monstruo marino que, según La Biblia fue creado por Dios, pero que también aparece en el Talmud como algo cercano a Dios, creado y usado por él. En la película Leviatán es el estado, representado por el alcalde corrupto del pueblo, el cual machaca al individuo, al que no se somete a sus caprichos, al que no forma parte del rebaño. Todo ello con la complicidad de la Iglesia (Dios) que se ve beneficiada con unas instalaciones de lujo, mientras el resto del pueblo se desmorona poco a poco y de una justicia tan anquilosada e inmovilista como las tomas en las que se refleja el juicio.

Zvyagintsev crea un profundo contraste en la película al contarnos algo tan universal como es el abuso de poder del Estado, mediante la historia de un sólo hombre, un Job de nueva era, que se ve perseguido, traicionado, abandonado y que sin embargo no cesa de luchar por lo que cree justo. Así mismo, se nos muestran además los problemas de convivencia en una familia ligeramente disfuncional (Kolya es viudo), en la que el uso y abuso del vodka está a la orden del día y en la que la llegada de Dimitry supondrá la chispa que de al traste con el frágil equilibrio de la misma.

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Pero no sólo eso, si no que la película también sirve como fresco de una sociedad rota, perdida entre el comunismo de antaño y el actual capitalismo que no acaban de comprender. Una sociedad en la que los jóvenes se reúnen alrededor de una hoguera entre las ruinas de la antigua iglesia abandonada durante los años del comunismo y los adultos rinden pleitesía a su nuevo Dios en unas instalaciones de lujo construidas a golpe de corrupción y de pequeñas tragedias como la de Kolya.

Ante todas estas situaciones de injusticia, desamparo, desarraigo, pobreza,  Zvyagintsev nos da ninguna esperanza. No se puede luchar contra Dios y su bestia, lo único que se puede hacer es agachar la cabeza y seguir malviviendo porque si no serás perseguido como el protagonista hasta acabar con todo lo que tienes. No nos engañemos, la película no nos cuenta lo que sucede en Rusia, únicamente está ambientada allí, pero podría suceder en cualquier punto del planeta, incluido nuestro propio país.

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Este director ruso  de apellido casi impronunciable ya me había agradado con dos de sus anteriores películas. La primera fue “El regreso” (“Vozvrashchenie”, 2003) ganadora de tres premios en el Festival Internacional de cine de Gijón de ese año y León de Oro en Venecia. La segunda fue “Elena” (2011) película también pesimista, pero de una rara belleza y con una interpretación de Nadehhda Markina de las que no se olvidan fácilmente. Con éste, su cuarto largometraje, entra con pleno derecho en el grupo de grandes directores europeos de la actualidad.

Gabriel Menéndez Piñera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios a Leviatán

  • Adrian  dice:

    Magistral análisis de todas las tripas de esta gran película. Enhorabuena!

    Tengo un pariente que estuvo mes y pico en Moscú y cuenta que lo de pegarle al vodka y al tabaco es tal cual se ve en la peli, e incluso más, incluidas señoras distinguidas con sus abrigos de piel. Chuman a dolor.

    • celuloide  dice:

      Muchas gracias Adrian por tu comentario y tus elogios.
      Lo de la continua ingesta de vodka en la película no me sorprendió del todo pero no es una imagen a la que uno se pueda acostumbrar fácilmente.

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