Tras casi año y medio de escribir análisis de películas en este blog, me he dado cuenta que no había realizado ninguna crítica de un western a pesar de tratarse de uno de los grandes géneros del cine norteamericano. Una de las razones es, sin duda, que ya no se estrenan westerns en las salas de cine, la otra es que en este año y medio no he visto en mi equipo doméstico ninguna película de este género que me haya llamado la atención especialmente. Esto último es debido a que ya he visto todas las grandes películas de vaqueros y ahora me estoy dedicando a ver obras menores de este género tan popular durante más de cinco décadas y que ahora permanece en el olvido.
Para paliar este pequeño olvido por mi parte decidí volver a ver una de esas grandes obras cinematográficas que el western ha dado a la historia del cine. La decisión sólo me podía llevar a un título y éste es “La diligencia” (“Stagecoach” 1939, John Ford), obra maestra del cine en general y que supuso la madurez cinematográfica de un género, que hasta la fecha se había caracterizado por su esquematismo narrativo y de personajes, así como la falta de calidad en sus cintas.
El argumento en sí es igual de esquemático que el de sus predecesoras: Una diligencia, que va desde Tento a Lordsburg, atravesando territorio indio, traslada a nueve personas. Durante el trayecto, se pondrá a prueba a los siete viajeros así como al conductor de la diligencia y al sheriff Curly Wilcox (George Bancroft), debido a la amenaza de un ataque por parte de los indios. Los viajeros son: Henry “Ringo” Kid (John Wayne), un preso fugado de la carcel al que el sheriff ha capturado. Dallas (Claire Trevor), una prostituta a la que las damas del pueblo han expulsado del mismo. El doctor Boone (Thomas Mitchell), un médico alcohólico al que también han echado de Tento. Hatfield (John Carradine), un jugador y pistolero de pasado incierto. Samuel Peacock (Donald Meek), un apocado comerciante de bebidas alcohólicas. Gatewood (Berton Churchill), un banquero corrupto y Lucy Mallory (Louise Platt), la mujer de un teniente de la caballería que va en busca de su marido.
Lo primero que llama la atención es la calidad de todo el reparto, encabezado por un joven John Wayne en su primer papel protagonista, al cual sin embargo se le nota todavía su falta de rodaje en ese tipo de papeles protagonistas. De entre todo el elenco de actores destacan dos de ellos, el primero es George Bancroft como el sheriff que va a bordo de la diligencia y que tiene que lidiar entre el deber de su cargo y la amistad que le unía con el padre de Ringo Kid. El segundo de ellos es Thomas Mitchell, el cual borda el papel de médico alcohólico que en un momento determinado tendrá que dar la cara y demostrar que no está relleno únicamente de whisky.
El guión está firmado por Dudley Nichols y está basado en el relato “Stage to Lordsburg” de Ernest Haycock. Se trata de un giuón magnífico, en el que consigue dar protagonismo a todos los personajes de la película sin olvidar las escenas de acción propias del género. Además, la historia al suceder entre dos ciudades en medio de territorio indio, traslada a unos personajes que representan el conjunto de la sociedad del Oeste fuera de dicha sociedad, la cual protege a algunos y condena a otros. Ello hace que cada personaje se muestre realmente tal como es, sin las cortapisas propias de la sociedad, por lo que se nos muestra la catadura moral de cada uno de ellos y su verdadero valor como persona. Así, la historia se podría considerar como una crítica a la sociedad norteamericana en general, en la que tanto ayer como hoy, es más valioso para la misma la apariencia que la honradez de sus componentes.
Mención aparte merece la labor de John Ford en este, su primer gran western sonoro y en el que descubrió a quien sería su elemento fetiche para el resto de su carrera. No me estoy refiriendo a John Wayne, pese a que éste le acompañaría en la mayor parte de sus futuros westerns, me refiero a Monument Valley. Esta localización, situada en la frontera del estado de Utah con el de Arizona, se convertiría en el escenario de practicamente la totalidad de películas del oeste dirigidas por Ford a partir de este momento
Ford se aprovecha del guión de Nichols y de su estructura clara y concisa para centrarse en realizar una labor maestra a la hora de colocar la cámara, tanto en las tomas dentro de la diligencia, como en las grandes panorámicas del espectacular escenario natural que es Monument Valley. El director norteamericano alterna en el montaje de manera constante tomas claustrofóbicas del interior de la diligencia con las tomas panorámicas del espacio exterior del desierto, acentuando el contraste entre ambas, de manera magistral. Así mismo, Ford mantiene en la mayoría de las tomas la cámara fija, pero cuando la mueve lo hace con una clase y un estilo propio de los mejores autores cinematográficos.
En cuanto al formato doméstico se puede conseguir la película en Blu-ray en dos ediciones diferentes (una de Suevia y otra de JRB). Yo tengo la de JRB y la verdad es que habiendo mejorado la imagen del dvd, no se ha restaurado ni mucho menos, por lo que sigue habiendo bastantes impurezas en la misma. Es una pena que una película tan importante como ésta no se haya restaurado como se merece. En formato DVD no hay ninguna edición en catálogo ahora mismo aunque todavía se puede conseguir por internet en alguna tienda virtual.
Me gustaría finalizar este análisis, recordando que esta película se estrenó en 1939, el cual es, en mi opinión, el mejor año de la historia del cine. Sería una labor ingente enumerar todas las maravillosas películas que se realizaron ese año no sólo en los Estados Unidos, si no por todo el mundo. Baste decir que en mi colección privada de películas tengo 29 obras realizadas durante ese año en el que la película más conocida (no la mejor ni mucho menos) es “Lo que el viento se llevó” (“Gone with the wind”, Victor Fleming / Sam Wood / George Cukor) la cual fue durante muchos años la película más taquillera de la historia del cine.
Gabriel Menéndez
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