El director norteamericano James Gray nos trae estos días a las pantallas de cine españolas su quinto largometraje, titulado “El sueño de Ellis” (“The immigrant”, 2013) presentada mundialmente hace más de un año en el festival de Cannes. Es este director sin duda uno de los más interesantes de los que nos llegan del nuevo Hollywood, ya que posee un estilo muy personal no del agrado de todo el mundo, pero que a mi me fascina sobremanera.
En esta ocasión Gray nos cuenta la historia de Ewa (Marion Cotillard), una joven polaca que llega junto a su hermana enferma a Estados Unidos en 1921 y que ve como ésta es retenida por las autoridades en la isla de Ellis debido a su enfermedad. Sola y desamparada, Ewa recibe la interesada ayuda de Bruno (Joaquin Phoenix) un proxeneta que se aprovecha de las jovenes recien llegadas. Ewa decide acceder a participar en los negocios de Bruno, con la esperanza de conseguir el dinero suficiente para sacar a su hermana de la isla y poder comenzar juntas una nueva vida en la llamada entonces tierra de las oportunidades. Poco después conocerá a Orlando (Jeremy Renner) un mago que le dará a Ewa una esperanza de ser feliz, pero que despertará celos en Bruno que se ha enamorado de Ewa.
Esta historia fue escrita por el mismo director junto con el guionista Ric Menello y tiene su mayor virtud en la creación de un trío protagonista de personajes de gran complejidad psicológica, algo habitual en las películas de james Gray. Así, tanto Ewa como sus dos pretendientes masculinos tienen muchos puntos de oscuridad en su personalidad en especial estos últimos. Su mayor defecto consiste en la repetición de situaciones a lo largo de la trama y en darle una salida a una situación, que en un momento de la película, se nos antoja imposible de que pudiese suceder de la manera en que se nos muestra.
Casi todo el peso de la película recae sobre Marion Cotillard, ya que Gray nos relata la película siempre desde el punto de vista de la protagonista, por lo que el espectador sabe lo mismo que ella a lo largo del film lo que ayuda a una integración del espectador con el personaje de Ewa. La actriz francesa realiza una labor muy meritoria, la cual nos recuerda a algunas de las mejores actuaciones de las actrices reinantes durante el periodo silente del cine. Ásí, es imposible ver la película sin acordarse de Lilian Gish en cualquiera de sus trabajos o de Renée Falconetti en “La pasión de Juana de Arco” (“La passion de Jeanne D’Arc” 1928, Carl Theodor Dreyer). Esto no es algo casual, ya que el propio director ha reconocido que escogió a Cotillard para el papel porque cuando la conoció en persona le recordaba a dichas actrices.
Al lado de Cotillard encontramos a un Joaquin Phoenix excelente como siempre, de nuevo en el papel de un hombre atormentado y psicológicamente inestable. Phoenix sigue ganándose a pulso, tras la muerte del gran Philip Seymour Hoffman, el título del mejor actor norteamericano de su generación y ya es, sin dudarlo, el actor fetiche de James Gray, ya que ésta es su cuarta película juntos tras las excelentes “La otra cara del crimen” (“The yards”, 2000), “La noche es nuestra” (“We own the night”, 2007) y “Two lovers” (2008).
Si hay algo que caracteriza a todas estas películas es el preciosismo artístico tanto en la puesta en escena como en el tratamiento de la imagen, dando lugar a escenas con una fotografía excepcional. Así mismo, los milimetrados movimientos de cámara acompañan la narración de manera majestuosa llevándola en volandas a lo largo de todo el metraje. Sin embargo en “El sueño de Ellis”, se percibe una ralentización excesiva del ritmo narrativo que nos lleva a cuestionar las intenciones del director en ese aspecto en concreto. En esta ocasión la historia se estanca en demasiadas ocasiones, llegando a parecer que se produce una especie de bucle narrativo que no lleva a ninguna parte.
Esta ralentización del ritmo no empaña de todas formas una buena película que nos muestra de forma tremendamente realista el drama de las mujeres que llegaban a Estados Unidos sin un acompañante masculino que las protegiera y les diera una imagen de decencia. El director consigue mostrarnos belleza en algunos de los lugares menos apetecibles de la ciudad de Nueva York, como el barrio judío de la época, uno de los más pobres de la ciudad.
Se trata además, de una película en la que el director trata de homenajear a sus abuelos, los cuales llegaron a Estados Unidos a través de Ellis Island desde Kiev. Mas tarde, en 1988 el director visitó la isla antes de su restauración y le pareció un lugar monstruoso, lleno de fantasmas de la gente que se quedó en esa parada sin conseguir pisar el suelo de su nuevo país.
En definitiva, se podría decir que James Gray nos vuelve a ofrecer una buena película con sus características habituales, pero que no llega al nivel emocional de “Two lovers”, ni al virtuosismo narrativo de “La noche es nuestra”. Sin embargo dentro del desierto en que se suele convertir la cartelera cinematográfica por estas fechas, se trata de un oasis que no podemos dejar de visitar.
Gabriel Menéndez Piñera
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