Es esta película una coproducción entre España, Francia y Canadá, con capital mayoritariamente español, dirigida por una Peruana y con un reparto compuesto por una norteamericana, una francesa y un irlandés. No hay duda de que la globalización ha llegado también al cine español, lo cual si es para financiar películas como la que nos ocupa es una buena noticia. “No llores, vuela”, la tercera película de la directora Claudia Llosa, es una búsqueda de la vida donde no la hay, un intento de conseguir sobrevivir a la enfermedad y al dolor. Es también una reflexión sobre la figura materna por medio de tres vías, la naturaleza, el mundo animal y el personaje de Nana.
La película narra, mediante un montaje paralelo, dos historias en una sola. Una de ellas se produce en el pasado, en ella Nana (Jennifer Connelly) es la madre desesperada de dos niños: Ivan (dominador de la cetrería desde muy joven) y Gully (enfermo de un tumor cerebral). La otra historia, que se produce en el presente, nos muestra a Ivan ya adulto (Cillian Murphy), casado y con un niño, el cual recibe la visita de una periodista (Melanie Laurent) que en realidad a quien busca es a su madre Nana.
Se trata de una obra intimista, que muestra lo justo (y a veces menos) para que el espectador pueda seguir la trama, pero que no se preocupa de seguir una estructura narrativa de fácil comprensión, si no que busca la empatía con el espectador a través de sus hermosas imágenes y de las reflexiones naturalistas con las que nos obsequia. En realidad la trama es una mera excusa para mostrarnos a unos personajes atormentados y que sólo ven aliviada su alma a través del contacto con la naturaleza, sea vegetal o animal.
Por supuesto, en una película de este tipo es importante contar con un elenco de actores que sostengan la película. Así, tanto Jennifer Connelly, sobre la que gira toda la trama, como la extraña pareja formada por Melanie Laurent y Cillian Murphy dan la talla en todo momento. Personalmente me maravilla la actriz (y directora) francesa, cuya mirada llena de profundidad parece abarcar la pantalla en todo momento, hipnotizando al espectador que no puede dejar de mirarla.
Técnicamente la película es prácticamente intachable, destacando varias facetas en ella, como por ejemplo el hábil montaje entre las dos historias que las hace avanzar de forma paralela hasta la confluencia de las mismas, así como la forma de usar el sonido que genera tensiones que se magnifican con el uso del primer plano en varias escenas. Así mismo, la utilización del plano general, en un ambiente tan desolado como es el del paisaje canadiense, ayuda a mostrar la indefensión de las personas ante su destino, marcado por circunstancias a veces casi imperceptibles.
Temáticamente la película se circunscribe dentro de una especie de realismo mágico que puede chocar en algunos momentos, pero que la directora Claudia Llosa sabe llevar muy bien en todo momento mezclando el drama personal de los personajes (realismo puro) con la existencia de “sanadores”, cuyos seguidores recorren grandes distancias en su búsqueda intentando verse liberados de las enfermedades que le asolan a ellos o a sus familiares.
El personaje de Nana, es el eje central del film, bello y atormentado, que cuida a su criatura más débil y abandona a la más fuerte, frío y cariñoso a la vez, es una analogía de la madre naturaleza con todas sus bellezas y miserias, pero a la que no se la puede culpar de nada porque es algo más grande que la vida misma.
Si hay que buscar algún antecedente cinematográfico a esta obra me quedaría con “La mujer milagro” (“The miracle woman” 1931, Frank Capra) con una excelente Barbara Stanwyck. Aunque “No llores, vuela” es mucho más compleja temática y narrativamente, las dos coinciden en el punto de vista femenino de una supuesta mujer milagrosa tras la pérdida de un ser querido.
En definitiva, se trata de una película muy seria, con un gran reparto y que nos transmite muchas cosas difíciles de ver habitualmente en unas pantallas de cine pobladas de superhéroes, comedias absurdas y sagas interminables. Yo la recomiendo, pero que nadie se crea que es una película para pasar el rato sin que el espectador ponga nada de su parte, avisados estáis.
Gabriel Menéndez Piñera
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