Si alguien espera ver en “El año más violento” (“A most violent year”, 2014) una película de gangsters a la antigua usanza (con tiroteos, intrigas y asesinatos por doquier), se ha equivocado de sala. J.C. Chandor nos presenta en su tercer largometraje un drama intimista, casi Shakesperiano, en el que se nos narra los esfuerzos de un inmigrante casado con la hija de un mafioso de Brooklyn por sacar adelante el negocio familiar de ella a pesar de los continuos golpes a los que se ve sometido por ambos lados de la ley.
Hay dos cosas que destacan sobremanera en esta obra. La primera es el excepcional trabajo realizado por la pareja de actores principales, Oscar Isaac y Jessica Chastain, los cuales dan vida al matrimonio formado por Abel y Anna Morales. De ella, poco se puede decir que no se haya dicho, sólo resaltar que es una de las actrices de las que se seguirá hablando dentro de 30 ó 40 años. Camaleónica, con un talento infinito y con un gran olfato a la hora de escoger sus proyectos, se está construyendo una filmografía envidiable. Respecto a Oscar Isaac, continúa en una línea ascendente como actor a tener muy en cuenta, tras su estupenda interpretación en “A propósito de LLewyn Davis (“Inside LLewyn Davis” 2013, Joel Coen y Ethan Coen) nos regala en esta película otra interpretación contenida, con matices, un trabajo que seguramente le abrirá las puertas a más papeles protagonistas.
El segundo aspecto que más resalta en esta película es el excelente gusto con que está rodada por su director J. C. Chandor, el cual usa la cámara como un personaje silencioso que se mueve lentamente, acercándose a veces ligeramente a los personajes en los momentos de tensión entre ellos, como queriendo mediar en el conflicto, mientras que otras veces se mantiene en un segundo plano más alejado para no interferir en el resultado de la contienda.
Chandor recrea el Nueva York de principio de los 80, un Nueva York bello dentro de su fealdad extrema en algunos lugares, que son los más concurridos en esta película. Nudos de carretera, zonas de vías muertas y abandonadas, estaciones de metro sucias y pintadas hasta el extremo son los escenarios que más vemos en este film que nos recuerda a películas como “Serpico” (1973, Sidney Lumet) o “The French connection, contra el imperio de la droga” (“The french connection” 1971, William Friedkin), en las que al igual que ésta, se nos mostraba una ciudad muy alejada de la visión turística que nos ofrecen las comedias románticas o las excelentes películas de Woody Allen.
El guión, escrito por el propio Chandor, se aleja de los estereotipos habituales en este tipo de películas para mostrarnos unos protagonistas que se mueven entre la legalidad y el crimen, pero siempre con un concepto de la moral mucho más elevado de lo que estamos acostumbrados a ver, no sólo en películas de gangsters, si no incluso en nuestra vida diaria.
A la pareja principal de actores se les une una relación de secundarios conocidos y solventes, pero cuya carrera no está precisamente en su punto más álgido. bien porque está comenzando como es el caso de David Oyelowo, bien porque lleva unos años estancada, caso de Alexandro Nivola o Catalina Sandino Moreno, bien porque su carrera está llegando a su punto final, como es el caso de Albert Brooks. Esta acertada elección de secundarios ha conseguido que la película tenga un reparto amplio y consistente a pesar de su limitado presupuesto de 20 millones de dólares.
Como dije al principio, ésta no es una película de acción, sin embargo el director aprovecha las dos únicas persecuciones que ha incluido en el guión (una en coche y otra a pie) para mostrarnos toda su pericia en el desarrollo de las mismas. Ambas escenas son un prodigio de realización técnica, rodadas además de forma muy original y creando momentos de tensión que atraviesan la pantalla.
En el aspecto negativo habría que indicar que la mayoría de personajes secundarios están trazados de forma muy lineal, sin apenas profundidad en los mismos. Por otro lado, me gustaría señalar como curiosidad que, la película parece que quiere despegar hacia otros derroteros en más de una ocasión, sin llegar a hacerlo finalmente, como si el director quisiese jugar con la paciencia del espectador que espera más dosis de acción y violencia en un film de estas características (y con un título que puede llevar a engaño a más de uno).
En definitiva, se trata de una película muy recomendable para el cinéfilo de toda la vida, el cual podrá sacarle todo su jugo y disfrutarla en su totalidad. Sin embargo, el espectador más novel, se puede sentir defraudado por la falta de acción y el ritmo pausado con el que se desarrolla una trama sencilla, pero llena de matices.
Gabriel Menéndez Piñera
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