Resulta difícil, muy difícil hablar de las películas de la saga Star Wars por varias razones. Yo nunca he sido un enorme fan de estas películas, vi la trilogía original en el cine de niño y me gustaron pero no me volvían loco. Ya por entonces prefería el cine de los años 30 (especialmente el de gangsters y el de terror) que este cine de fantasía ochentero. Sin embargo, algo tienen estas películas que han conseguido cautivar a tantos espectadores desde el origen de esta historia hace ya 38 años. Ahora se estrena la séptima entrega titulada “Star Wars: El despertar de la fuerza” (“Star Wars Episode VII: The force awakens” 2015, J.J. Abrams) y es casi imposible no ser sometido por la fuerza que genera el estreno de esta película, la cual parece que está todo el mundo obligado a verla.
La historia nos traslada treinta años después de “El retorno del Jedi” y, sin embargo, nada parece haber cambiado. De nuevo la República es amenazada por las fuerzas del mal (esta vez denominadas la Primera Orden) y sus enormes recursos militares (que nadie sabe de donde salen). Todo parece estar en manos de una joven llamada Rey (Daisy Ridley), la cual se va encontrando sucesivamente con un Robot que contiene un plano que tanto la República como la Primera Orden necesitan; con Finn (John Boyega) un desertor de la Primera Orden y con el mismísimo Han Solo (Harrison Ford). Todos unirán sus esfuerzos en la lucha contra el mal encarnado principalmente por el joven Kylo Ren (Adam Driver).
Lo primero que llama la atención es la enorme semejanza que existe en la historia que nos cuenta esta séptima entrega con la de la película que abría esta saga, es decir “La guerra de las galaxias” (“Star Wars” 1977). Todo nos remite a aquella primera entrega de una forma tan descarada que uno no sabe que pensar cuando está viendo la película. En realidad parece que el director J.J. Abrams ha realizado un remake encubierto, en vez de una nueva entrega de la saga. La lista de referencias/copias es tan larga que me ahorraré la molestia de enumerarlas, además son tan evidentes que cualquier espectador un poco avezado habrá reparado en ellas.
Abrams ha tirado de la cuerda de la nostalgia para satisfacer a los fans más acérrimos de la saga, es decir, los que vieron en el cine la trilogía original y se ha olvidado de ofrecer algo nuevo, algo diferente. Esta nueva entrega parece más bien la típica película que emiten en los parques de atracciones como acompañamiento a alguna atracción basada en una película famosa. Intenta ser nueva, pero no lo es, es únicamente un refrito de viejas ideas metidas en nuevos personajes.
Dejando a un lado la parte negativa del film, éste destaca también por poseer un ritmo vivísimo que no decae en ningún momento. Así mismo las escenas de acción están rodadas de manera excelente y los efectos especiales creados por ordenador se integran a la perfección con los elementos reales que se nos muestran en pantalla. De nuevo los artistas de Industrial Light & Magic vuelven a demostrar que están varios pasos por delante del resto de empresas de efectos especiales.
A pesar de ello, de la enorme calidad de los trucos empleados en crear naves espaciales, seres increíbles y planetas lejanos, más lejanos quedan aún aquellos años en que te quedabas alucinado mirando la pantalla ante las sorprendentes imágenes que nos ofrecían estas películas hace 38 años. Hoy día es casi imposible que algo nos sorprenda, es el problema de los tiempos que vivimos, todo está masificado, masticado, todo es conocido o se parece a algo ya anterior. Este es el gran legado que nos dejó George Lucas, crear un universo propio y original a partir de lejanas influencias del western y del cine japonés. El uso que hizo en su día de los efectos especiales de la época no creo que todavía hayan sido valorados en su justa medida.
Respecto a los actores, destaca especialmente la revelación de una futura estrella, Daisy Ridley. La joven actriz inglesa tiene lo necesario para triunfar en Hollywood, esperemos que tenga la suficiente madurez para no caer como tantos otros en un ocaso prematuro. Oscar Isaac tiene un papel en el film que en un principio parece más importante de lo que llega a ser, esperemos que este excelente actor tenga un mayor protagonismo en futuras entregas, las películas siempre ganan cuando él está en pantalla. Finalmente, es reseñable como Harrison Ford sigue teniendo ese aura especial que poseen las grandes estrellas, eso no se compra en El Corte Inglés, eso se tiene o no se tiene. Ford se merienda sin mayor problema al resto de actores y actrices que comparten plano con él y se nota que está cómodo recreando de nuevo un personaje que, junto con el de Indiana Jones, le ha hecho inmortal.
En definitiva, vuelve Star Wars a nuestras vidas, vuelve nuestra infancia, adolescencia o juventud y encima en Navidades, nostalgia en estado puro. No es una obra maestra, ni le hace falta, es puro cine de entretenimiento, eso sí el de mayor calidad posible.
Gabriel Menéndez Piñera
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