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La bruja

la bruja cartel

Resulta altamente estimulante comprobar que todavía  hay gente que  considera el cine de género como una buena manera de exponer sus particulares puntos de vista y sus habilidades narrativas. Eso es lo que hace Robert Eggers en “La bruja” (“The witch”, 2015), película que supone su debut como realizador de largometrajes. En ella, Eggers nos propone una vuelta a los orígenes del miedo cinematográfico, al terror que supone imaginar lo que va a suceder, a la atmósfera opresiva y cautivadora, a la luz impresionista que captura la tristeza y el terror de una época dura como pocas.

La acción transcurre en Norteamérica en el siglo XVII, una familia de colonos se instala a vivir cerca de un bosque, intentando prosperar aparte del poblado cercano. Un día uno de sus cinco hijos, el más pequeño; desaparece y la angustia y desconfianza comenzará a crecer de forma irremediable en el seno de la familia.

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Lo primero que llama la atención en la película es el cuidado extremo que se ha llevado a cabo para representar la vida diaria de los colonos en la Norteamérica del Siglo XVII. A veces parece estar viendo un perverso documental en vez de una película de ficción, hasta tal punto llega el realismo de esta película del género fantaterror.

El guión, escrito por el propio director del film,  tiene especial interés en mostrarnos lo importante que era la religión y la creencia en un Dios todopoderoso para aquellas gentes que habían abandonado su país y cruzado un océano buscando una vida mejor. Sin embargo muchos de ellos se encontraban con la realidad de una tierra todavía salvaje y mucho menos desarrollada que la Inglaterra que habían dejado atrás. En dicho guión tiene gran interés la creación de los personajes y como cada uno de ellos tiene una visión diferente del peligro que les acecha en ese bosque que simboliza lo oscuro de nuestra mente, lo desconocido.

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Se podría decir que la bruja del título es simplemente una leve excusa para diseccionar el terror más poderoso de todos, el que procede de nuestra mente enferma. Este nos hace ver como reales, tanto dioses como monstruos y creer que su mano todopoderosa está detrás de los tristes sucesos que nos acaecen. Así mismo, la familia está compuesta por siete personas, las cuales representan en mi opinión a cada uno de los siete pecados capitales del cristianismo, aquellos que son más propensos a la naturaleza humana.

La película huye de los efectismos propios del género, la sangre brilla por su ausencia y no hay un susto cada pocos minutos para alimentar el gusto de los más jóvenes. Muy al contrario, Eggers hace un perfecto ejercicio de sobriedad y buen gusto cinematográfico al rodar, como un drama Bergmaniano, una historia de terror que deja más poso en el espectador de lo que en un principio pudiera parecer. Para ello el director usa la paciencia en grado infinito, para ir muy poco a poco desgranando la película, de tal forma que el desenlace pilla por sorpresa a un espectador que ya se había acostumbrado al lento ritmo cinematográfico del film. Otro aspecto muy destacable en la labor de Eggers es el uso de una puesta en escena que indaga en la construcción del encuadre perfecto de manera continua, creando planos de gran fuerza visual a lo largo de todo el metraje.

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El hecho de que el reparto se componga de actores desconocidos en estos lares amplía la sensación de realidad cuasi documental del film. No obstante, todos ellos realizan un gran trabajo, destacando el realizado por  Anya Taylor-Joy, que encarna a la hija mayor de la familia, así como Ralph Ineson que da vida al atormentado  patriarca familiar.

En definitiva, una buena muestra de que se puede hacer muy buen cine partiendo de uno de los géneros más denostados por la crítica. Eso sí, este esfuerzo no se verá recompensado por una gran afluencia de espectadores a las salas, ya que me imagino que la chavalería habrá salido echando pestes del cine, al no ver satisfechas sus habituales raciones de sustos y sangre a la que suelen estar acostumbrados. Si por el contrario, es usted admirador de títulos como “Suspense” (“The innocents” 1961, Jack Clayton) o “La semilla del diablo” (“Rosemary´s baby” 1968, Roman Polansky) no lo dude, esta es la mejor película de terror que va a ver en un cine en mucho tiempo.

Gabriel Menéndez Piñera

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