Se dice que en tiempos de crisis la gente quiere ver en el cine algo que le distraiga de la dura realidad, comedias, musicales, aventuras, etc. Sin embargo yo creo lo contrario, que en momentos difíciles la gente necesita ver la realidad tal como es, precisa que le muestren ese submundo que le asusta, pero a la vez le atrae. Poco después del crack de la bolsa del 29 las películas más populares eran (junto a los musicales y las cintas de terror de la Universal) las películas de gangsters de la Warner, las cuales mostraban la violencia que se forjaba en las calles de las grandes ciudades americanas, como nunca se había hecho anteriormente. En los 70 llegó la crisis del petróleo y con ella la cartelera se llenó otra vez de musicales, películas de terror y nuevamente películas violentas como “Taxi driver” (1976, Martin Scorsese), “El expreso de medianoche” (“Midnight express” 1978, Alan Parker) o “A la caza” (“Cruising” 1980, WIlliam Friedkin). De nuevo estamos en crisis, sobre todo en España, y los jóvenes cineastas patrios están queriendo mostrar la verdad sin tapujos, a través de thrillers en los que no se maquilla la realidad de un país y sus habitantes. Si hace un par de meses alababa a “Tarde para la ira” (2016, Raúl Arévalo) en esta ocasión no puedo hacer menos con “Que Dios nos perdone” (2016, Rodrigo Sorogoyen) otra película del mismo calado en la que una buena historia se da la mano con unos personajes complejos y reales.
Madrid, verano de 2011. La ciudad y sus habitantes se derriten de calor mientras esperan la visita del Papa Benedicto XVI. En las calles se mezclan los peregrinos de todo el mundo y la gente que se manifiesta en contra de la visita papal. Entre todos ellos destacan tres personas, un asesino en serie de ancianas y los dos inspectores de policía encargados de su captura: Velarde (Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Alamo).
El film hace que te agarres a la butaca desde el primer minuto y no la sueltes hasta que finalizan los títulos de crédito. Consigue tal efecto sumergiendo al espectador dentro de la historia, de tal forma que éste siente que forma parte de la investigación criminal que se nos cuenta y que está obligado a resolver el caso al igual que los dos policías protagonistas. Todo ésto lo logra gracias a un muy buen guión, un gran trabajo técnico y, sobre todo, a dos actores en total estado de gracia.
El guión, firmado por Isabel Peña y por el propio director, es un dechado de realidad que te impacta en la cara desde el inicio. Las situaciones, los diálogos, los pequeños detalles que nos dejan ver el mundo en que vivimos, todo hace que este film sea un retrato veraz y despiadado de una sociedad y unos habitantes igualmente preñados de taras y defectos que no pueden controlar.
En la película se nos muestra la hipocresía, las desigualdades, la soledad y la crueldad de un mundo fagocitado por los poderes dominantes, los cuales hacen todo lo posible por hacernos ver que todo está bien, que la vida es así y no se puede cambiar y que tenemos que callar la boca y seguir con nuestra vida como ni no pasara nada. Así mismo el hecho de que toda la película haga muchísimo calor y se nos describa un mundo tan cruel plagado de pecadores parece un juego irónico de Sorogoyen en el que nos describe como el Papa realiza una visita al infierno en la tierra.
Respecto al apartado técnico la película se mueve alternando pasajes correctos con otros de muy alto nivel, en los que la cámara diríase pegada al personaje en raras acrobacias que todavía me rondan por la cabeza. Rodrigo Sorogoyen crea una puesta en escena que, al igual que el resto de los elementos que forman la película, nos lleva a un estado de intranquilidad y de mal rollo permanente. Una de sus mayores virtudes es el cambio que se produce casi al final del film en el que, tras hora y media viendo el mundo a través de los ojos de la pareja de policías (cada uno con sus miserias particulares), de repente el punto de vista pasa a ser el del asesino en serie y vemos su día a día, al igual que antes pudimos ver el de sus perseguidores.
Finalmente, tengo que destacar nuevamente la labor de una pareja de actores españoles. Roberto Alamo sorprende nuevamente con la composición del inspector Alfaro un policía violento, de vuelta de casi todo, pero que conoce su trabajo y sabe realizarlo a la perfección. Es un personaje complejo hasta la saciedad, al que no sabes si odiar o amar, pero que te llega como pocos. Poseedor de una verborrea inacabable, con la respuesta ingeniosa siempre en la punta de la lengua, se convierte en lo contrario de su compañero de fatigas, el inspector Velarde interpretado por Antonio de la Torre. Sobre este actor hace ya dos meses acabé todos los epítetos favorables, por lo que me limitaré a advertir a la futura audiencia de la película que se fijen en su personaje desde el principio. Todo lo que se nos muestra de él tiene un por qué, todo lo que tiene (y no tiene) en su casa, todas sus reacciones son fruto de algo que no se nos muestra, pero que es clave para entender una parte del film.
En resumen, el cine español lo ha vuelto a hacer y vuelve a demostrar que con pocos medios pero mucho talento se pude competir con el cine de Hollywood, el cual demuestra año tras año una crisis de ideas y de valentía más que preocupante. Ahora sólo falta que la gran mayoría de la gente que va al cine en España despierte de la hipnosis colectiva que sufre desde hace décadas y se de cuenta por fin de la suerte que tiene pudiendo disfrutar de nuestro cine patrio.
Gabriel Menéndez Piñera
[…] raquel en Que Dios nos perdone […]
Ojalá se lleve muchos Goya, Roberto Álamo está impresionante, para mi ha sido un descubrimiento! creo que ahora está rodando otro thriller La niebla y la doncella
Una peli impresionante
Como siempre digo, hay que ver más cine español. Uno suele llevarse agradables sorpresas.
Me encantan este tipo de peliculas
Esta peli tiene pocos peros!
Roberto Álamo hace un papelón!
La vi casi por casualidad dejándome arrastrar por amigos y salí ciertamente encantado, es un thriller policíaco español muy bien hecho!
Un peliculón, quizás el título no le haga del todo justicia porque es un thriller espectacular