Cuando parece que la ficción estadounidense de tema político se refugia en la televisión, con series como “House of cards”, “Veep” o “The newsroom” es el cine hispano parlante el que toma el relevo en el ámbito cinematográfico. Si tras “Syriana” (2005, Stephen Gagan) o “El escritor” (“The gosht writer” 2010, Roman Polansky) el cine político venido desde Hollywood brilla por su ausencia, en España tenemos dos ejemplos recientes con “B” (2015, David Llundain) y “El hombre de las mil caras” (2016, Alberto Rodriguez). Además ahora nos llega desde Argentina “La cordillera” donde su director, Santiago Mitre, desvela muchas claves de la política de hoy día.
El protagonista es Hernán Blanco (Ricardo Darín), recién electo presidente de Argentina y mirado con lupa por periodistas y compañeros de partido. Su primer gran acto público es una reunión de presidentes iberoamericanos, con la intención de crear una unión de países continentales productores de petróleo. Una vez allí deberá atender tanto a sus obligaciones políticas, como a su hija, cuya ex-pareja amenaza con airear trapos sucios personales.
El film se mueve de forma fluida entre una puesta en escena clásica y un uso de primeros planos que sólo actores del calibre de los que aparecen en pantalla pueden manejar con semejante naturalidad. El ambiente tenso y claustrofóbico que se genera en el hotel donde se celebra la reunión aumenta progresivamente, atrayendo al espectador hacia las redes que el film crea alrededor de sus personajes. Hotel que nos recuerda al de “El resplandor ” (“The shining” 1980, Stanley Kubrick), lo cual no esconde Santiago Mitre al utilizar al igual que Kubrick planos aéreos del exterior del mismo, rodeado de nieve, como aislado del resto del mundo.
Como siempre que es protagonista de un film, Ricardo Darín acapara la atención del espectador de forma constante, a pesar de estar rodeado de un plantel de excelentes actores y actrices. Dolores Fonzi (su hija, Marina), Paulina García (la presidenta chilena), Daniel Giménez Cacho (el presidente mejicano), Elena Anaya (la periodista Claudia Klein) o Christian Slater (Derek McKinley) acompañan en pantalla al astro argentino, pero sólo la profundísima mirada de Dolores Fonzi es capaz de hacerle sombra en ciertos momentos.
El guión, realizado por el mismo director, es complejo, da vueltas casi concéntricas alrededor del personaje de Ricardo Darín, generando una serie de pequeñas tramas, las cuales algunas acaban resueltas y otras sólo medio definidas. En una lectura superficial es un thriller político que nos recuerda al Hitchcok de “Recuerda” (“Spellbound”, 1937) o al Polansky de “El escritor” (“The ghost writter” 2010), pero, al igual que ellos, Mitre guarda en el interior de su película lo más jugoso de la función. Así mismo nos cuenta una historia principal muy realista, algo que podría pasar perfectamente, lo que ayuda al espectador a meterse en el resto de tramas, más o menos creíbles.
En cuanto al apartado técnico, la labor de Santiago Mitre es muy destacable. El montaje es casi invisible, acompañando una puesta en escena clásica, como si el director quisiese dejar todo el protagonismo al guión y a sus actores y actrices. Sin embargo, esa misma intención hace que, en mi opinión, éste sea su trabajo más destacado, más maduro y con más enjundia.
Quiero destacar el final de la película (el cual no lo voy a contar), ya que deja a muchos espectadores insatisfechos ante la falta de explicaciones. Sin embargo, por eso mismo, yo pienso que es un excelente final que obliga al espectador a pensar y a analizar lo visto durante todo el metraje del film para sacar su propia interpretación del mismo.
En definitiva, una mueva muestra de la excelente salud del cine iberoamericano, el cual es ahora mismo (de nuevo, según mi opinión) el más atrayente de la cinematografía mundial. Un continente que posee una serie de jóvenes directores como Pablo Larrain, Ciro Guerra, Lorenzo Vigas, Jairo Bustamante o Pablo Trapero, los cuales dan muestra en cada uno de sus trabajos de una libertad creativa que ya quisieran para sí la mayoría de los directores de la parte norte de ese mismo continente.
Gabriel Menéndez Piñera
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