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La boda de Rosa

la boda de rosa cartel

Hay películas que, siendo imperfectas, llegan al espectador de tal manera, que la sensación que le queda a éste tras su visionado, es tanto o más satisfactoria, que si hubiera disfrutado de una gran obra cinematográfica. Este es el caso de “La boda de Rosa”, la última película de Icíar Bollaín, en la cual es difícil no sentirse identificado con alguno de los variopintos personajes que  la protagonizan.

Rosa (Candela Peña), anda mediados los 40, tiene una hija (Paula Usero), dos nietos, un padre (Ramón Barea), dos hermanos (Sergi López y Natalie Poza), una pareja a la que apenas ve y un trabajo que la tiene ocupada muchas horas, como sastra de películas y series. Un día, harta de ser el punto de apoyo de todos los que le rodean, decide irse al pueblo donde se crió y empezar una nueva vida desde cero.

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Si algo se le puede reprochar a esta tragicomedia, con aromas a Berlanga son tres cosas principalmente. La primera es que los dos personajes de los hermanos de Rosa son muy típicos y tópicos, él pretende recuperar a su mujer perdida por falta de atención, cometiendo una y otra vez los mismos errores. Ella, soltera, fiestera y con problemas con el alcohol, empieza a darse cuenta que quizás sea hora de sentar la cabeza y dejar de preocuparse únicamente por ella misma. La segunda es la ausencia de algo más de mala leche, a veces el tratamiento cómico que se le da a la película, la aleja de su mensaje principal, ahí se aparta por completo de la comedia Berlanguiana a la que homenajea, en especial en su tramo final. El tercer aspecto que, en mi humilde opinión, se podría mejorar, hace referencia a la música que nos acompaña de forma machacona, sobre todo al principio de la película y que, en un principio, me hizo temer lo peor.

No obstante, el guión firmado por la propia directora junto con Alicia Luna, es a ratos brillante, haciéndonos partícipe de manera clara y rotunda de los vaivenes de la vida de la protagonista, así como los de los satélites que giran a su alrededor, los cuales condicionan constantemente su evolución como persona.  Así mismo, la historia fluye a un ritmo endiablado, sin decaer el mismo apenas en ningún momento. Unicamente en la parte final se ralentiza algo, pero a esas alturas Rosa ya nos ha robado el corazón y los aspectos técnicos de la cinta van cobrando, a medida que avanza el metraje, menor importancia.

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Icíar Bollaín firma una película luminosa, en la que las tonalidades rojizas, como los atardeceres levantinos, son predominantes en una paleta de colores, dominada por las tonalidades fuertes y llamativas. En una historia que pelea por la emancipación exenta de género (aunque su protagonista sea femenina), la cámara se acerca sin pudor al rostro de la protagonista, queriendo atraerla hacia nosotros, a que la acojamos como alguien nuestro y compartamos sus ansiedades.

Otro de los aspectos más destacados del film es la labor de todos los intérpretes principales. Hay que destacar sobremanera a una Candela Peña que consigue que nos metamos en su piel, en su cerebro y en su corazón, a través de Rosa, su personaje. Por supuesto, tanto Ramón Barea, como Sergi López y Natalie Poza, están a la altura que nos tienen malacostumbrados, bordando a la familia más cercana de la protagonista. Mención aparte y sorpresa muy agradable es el trabajo de Paula Usero, como la hija de Rosa. Su naturalidad y facilidad para llevar a cabo algunas escenas simplemente me han dejado con la boca abierta y con ganas de volver a verla muy pronto en la gran pantalla.

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Pero si por algo destaca “La boda de Rosa”, es por su capacidad para robarnos el corazón, de hacernos partícipe y cómplice de lo que vemos en pantalla y de hacernos pensar, de una manera o de otra, en nuestra propia vida y en lo que queremos hacer con ella, antes de que sea demasiado tarde. En ese sentido la película es de sobresaliente, ya que tiene la doble virtud de hacer que el espectador se ría, mientras un nudo georgiano se va formando en su estómago y las emociones, propias o ajenas, pugnan por salir a flote en forma de lágrimas.

En estos tiempos de absoluta inseguridad para todos, quizás sea el momento de llenar el mundo de Rosas, dejar de ser infelices y coger el toro por los cuernos. La vida se acabará algún día para todos y es muy triste morirse pensando que ni siquiera hemos intentado ser felices en nuestro día a día. El primer paso debería ser salir de nuestra casa, ir al cine más cercano y disfrutar con “La vida de Rosa”, a la vez que apoyamos a la cultura y a esas salas de cine que cada día que pasa van caminando por un alambre cada vez más fino.

Gabriel Menéndez Piñera

 

 

 

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