Azor es un ave rapaz, similar al halcón, pero también significa, en un dialecto argentino, “cállate”. Ambos significados se les podría aplicar al protagonista de “Azor” (2021, Andrés Fontana), un banquero suizo en busca de su socio Keys, el cual se ha esfumado repentinamente en la Argentina posterior al golpe de estado del General Videla. Estamos ante una película opresiva, desasosegante, que atrapa al espectador en una espiral de conspiraciones, evasión de capitales y desapariciones de personas.
Yvan de Wiel (Fabrizio Rongione) se va adentrando poco a poco en las cloacas de la alta sociedad Argentina, buscando pistas que le ayuden a esclarecer lo que le ocurrió a su socio. Entre carreras de caballos, fiestas, piscinas y esposas aburridas, Yvan deberá lidiar con auténticas bestias de forma humana, los cuales cada vez muestran un mayor grado de corrupción política y moral.
A la vez que prosigue con su investigación, el protagonista intentará no perder ninguno de los clientes a los que su banco ayuda a evadir capitales, además de organizar arriesgadas inversiones en bolsa, que huelen a jugadas en las que los participantes tienen información privilegiada.
Andreas Fontana y su director de fotografía Gabriel Sandru imprimen un tono visual muy acorde con las grabaciones de la época en que está ambientada la película, a base de tonos apagados y poco contraste. La puesta en escena es bastante estática, lo que remarca el carácter opresivo del relato y como el personaje principal se va enredando progresivamente en una telaraña que puede ser mortal.
Con ecos de “El tercer hombre” (1949, Carol Reed) y un final que recuerda mucho a “Apocalypse Now” (1979, Francis Ford Coppola), “Azor” consigue crear una sensación de desasosiego permanente en el espectador, el cual no sabe si involucrarse con un personaje el de Yvan, que apenas deja entrever sus verdaderas intenciones, hasta el último plano. el cual da un significado completo al título de la película.
Gabriel Menéndez Piñera
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