Habían pasado seis años del último largometraje de ficción de Win Wenders, por el medio nos había dejado unos cuantos documentales, algunos bastante interesantes, pero el fracaso de sus anteriores películas de ficción no presagiaban en absoluto lo que nos ofrece en “Perfect days”. En ella podemos disfrutar de una oda a la sencillez, a lo analógico, a esos pequeños placeres que nos da la vida, mientras la salud nos permita disfrutar de ellos.
La vida de Hirayama (Koji Yakusho) consiste en una sucesión de rutinas, perfectamente establecidas y que cumple con rigurosidad castrense, tanto en lo que se refiere a su actividad laboral como limpiador de aseos públicos en Tokyo, como en las acciones que realiza en su tiempo libre. Unicamente cuando alguien de su entorno le necesita, rompe esas rutinas con las que, aparentemente, consigue una vida agradable.
Lo primero que llama la atención de este pequeño gran film, es su calidad narrativa. Wenders nos muestra una y otra vez las mismas acciones llevadas a cabo diariamente por el protagonista, sin caer en la reiteración formal ni causando el agotamiento del espectador. Hecho aún más destacable, si tenemos en cuenta el hieratismo verbal del personaje principal, al que hay que sacarle las palabras casi a la fuerza.
La actuación que lleva a cabo Koji Yakusho, en la piel de esta especie de buda urbano, es sencillamente extraordinaria. Sin apenas pronunciar palabra, transmite tal variedad de emociones a lo largo de la película, que no queda más que rendirse ante su majestuoso trabajo, eclipsando además, de manera absoluta, a la pléyade de personajes secundarios que van apareciendo a lo largo del relato.
Toda la película gira en torno al placer de las pequeñas cosas analógicas. Hirayama, escucha cintas de casette, lee libros de segunda mano que compra en una pequeña tienda, saca fotos con una cámara analógica y, por supuesto, sólo usa el móvil para hacer llamadas de teléfono. Da la impresión de que el personaje ha querido romper con el presente, incluido el resto de seres humanos, refugiándose en esos pequeños placeres como tabla de salvación.
Formalmente “Perfect days” alcanza momentos muy bellos, sin dejar nunca de lado la sencillez. Todo gira en torno al mismo personaje y la cámara se centra en él, sin embargo Wenders consigue que cada toma sea distinta a la anterior. Hay un trabajo previo realmente exhaustivo en cuanto a las diferentes maneras de rodar una y otra vez las mismas escenas cotidianas, que culmina con una gran variedad formal de escenas.
El único pero que le puedo poner a esta deliciosa película, es el uso de las diferentes canciones que van sonando en el reproductor de casettes de la furgoneta con la que trabaja el protagonista. Canciones de Lou Reed, Van Morrison, Nina Simone, The animals o The Kinks que subrayan (en mi opinión de forma innecesaria) los estados de ánimo de Hirayama y de alguno de los personajes que se suben con él a la furgoneta.
En definitiva, se trata de un trabajo muy hermoso, que nos devuelve la fe en algunos (pocos) seres humanos y que, requiriendo algo de paciencia al espectador, le ofrece mucho más de lo que nos tiene acostumbrado el cine actual.
Pertenece, dentro de esta edición del FICX, a la sección Crossroads-Zinemaldia y se podrá volver a ver hoy domingo 19 a las 17.00 horas en la sala 13 de los cines Yelmo.
Gabriel Menéndez Piñera
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