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Anatomía de una caida

En “Anatomía de un asesinato” (“Anatomy of a murder”, 1959) Otto Preminger realizaba una de las mejores películas judiciales que se habían visto hasta entonces, con un análisis de los personajes tremendamente profundo y una crudeza muy pocas veces vista en el cine de Hollywood. Ahora, 64 años más tarde, Justine Triet toma el relevo del director Austrohúngaro (actual Ucrania), con “Anatomía de una caída” (Anatomie d’une chute”), otro drama judicial, con un análisis psicológico de personajes tremendamente exhaustivo y no exento de crudeza a la hora de plasmar las relaciones familiares.

Samuel (Samuel Theis) aparece muerto a la entrada de su casa familiar en la montaña, con un golpe muy fuerte en la cabeza, siendo descubierto el cadáver por su hijo pequeño Daniel (Milo Machado), el cual está prácticamente ciego, debido a un accidente que tuvo con 4 años. Ante la muy escasa posibilidad de que la causa hubiera sido un accidente, todas las sospechas recaen sobre su esposa Sandra (Sandra Huller).

Me va a resultar complicado enumerar todas y cada una de las virtudes de este film, el cual se apoderó de mi mente desde el primer minuto y 18 horas después de que terminara la proyección, ahí sigue instalado tan cómodamente y sin visos de querer irse.

Empiezo por resaltar un guion, escrito por la propia directora, junto a Arthur Harari y cuyo tamaño debía ser inmenso, ya que la película consta de innumerables escenas, la mayoría de ellas con unos extensísimos y excelentes diálogos. Diálogos que me hacen pensar precisamente, en lo escasas que son en la actualidad las películas que destaquen por este aspecto.

Continúo con los intérpretes, ya que sobre todo Sandra Huller realiza una labor mayestática, digna de todos los elogios, con un personaje muy complicado, del que nunca sabes si fiarte o no. A su lado, el pequeño Milo Machado, sorprende (al igual que su personaje), por su madurez y su saber estar. Finaliza el trío protagonista, con Samuel Theis, cuyo personaje al principio está ausente físicamente de la pantalla, pero que poco a poco se apodera de ella en las diferentes reconstrucciones que se realizan de la convivencia marital con Sandra.

La tensión y una cierta atmósfera malsana se perciben desde el primer minuto, las cuales poco a poco van en aumento, llegando a su máximo esplendor en una escena en particular casi al final del metraje. Sin entrar en detalles sobre la misma, puedo asegurar que es una de las mejores discusiones maritales que he visto en mi vida en una película.

Para redondear todo lo anterior, el trabajo de Justine Triet, aglutinando todo lo anterior y proponiendo una puesta en escena muy variada, original, artística y de calidad, es muy superior a lo que me esperaba, vistas sus anteriores películas. Sin duda, con esta obra ha dado el salto hacia la madurez artística que muchos esperábamos hace tiempo, tras aquella “La batalla de Solférino” (“La bataille de Solférino”) que nos sorprendió tan gratamente hace ya 10 años.

Podría seguir hablando también de las bondades del montaje, iluminación, intérpretes secundarios, fotografía, etc. No obstante, prefiero no extenderme demasiado. “Anatomía de una caída” es una película para dejarse envolver por ella, para saborear cada uno de los 150 minutos que dura (y que pasan en un suspiro) y salir de la sala de cine deseando volver a entrar otra vez, a pesar del tremendo desgaste mental que supone introducirse de lleno en esta historia.

Perteneciente a la sección Esbilla Espectru del FICX61, se podrá volver a ver el sábado 25 a las 17.00 horas en la sala 7 de los cines Yelmo.

Gabriel Menéndez Piñera

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