La inmensidad del espacio y su belleza visual han provocado que, desde el inicio del cinematógrafo, se buscaran formas de reflejarlo en pantalla, no sólo como una mera aventura romántica, si no sobre todo como una forma de encontrarse a sí mismo en la soledad del infinito. Hacia esta última rama es a donde se acerca el director James Gray en su última obra “Ad Astra” (2019), en la que la ausencia de la figura paterna se convierte en el eje principal de un relato en el que la belleza visual es su principal baza.
El astronauta Roy McBride (Brad Pitt) es escogido para una delicada misión que le atañe en lo más hondo. Tras unos extraños fenómenos eléctricos provenientes del espacio y que amenazan la seguridad de la Tierra, las autoridades sospechan que detrás de ellos está Clifford McBride (Tommy Lee Jones), padre de Roy y que desapareció 36 años antes en una misión que buscaba vida extraterrestre en el planeta Venus. Ahora, Roy deberá partir en busca de su padre y descubrir si él es el responsable de las alteraciones eléctricas que amenazan con repetirse.
Empezaré este análisis destacando los aspectos positivos del film que no son pocos. Como ya comenté, el desarrollo visual del film es lo más destacado del mismo, con una sucesión de escenas del espacio realmente fabulosas que mantienen al espectador con los ojos fijos en la pantalla. Así mismo, los efectos de sonido están excelentemente logrados, aportando una tensión constante a las escenas clave de la película.
El tratamiento del film es muy intimista, con un personaje como es el de Roy, carente de sentimientos, casi un robot humano, pero que nunca ha olvidado a su padre al que hace 36 años que no ve. En realidad su padre es su “late motiv”, su razón de existir, de ser astronauta y de querer ser el mejor en todo lo que hace. Por ello, llevar a cabo una búsqueda de su padre en los confines del universo debería ser la llave a todas las preguntas que lleva haciéndose desde su infancia. Sin embargo el universo suele proporcionar más enigmas que respuestas.
De nuevo Brad Pitt realiza una gran labor como protagonista de una película en la que él es el centro de la misma. Impresiona ver la madurez de un actor que empezó en el cine básicamente gracias a su físico y que ahora apabulla a sus compañeros de reparto con su escasa gestualidad, la cual no es óbice para lograr grandes interpretaciones. Del resto del reparto poco se puede decir, ya que sus personajes están muy desaprovechados. Mención especial para Donald Sutherland que parecía que iba a ser un personaje importante en la película, pero que desaparece de la misma de un plumazo y para Liv Tyler que la pobre ni siquiera tiene una linea de diálogo.
“Ad Astra” tiene una influencia clarísima de “El corazón de las tinieblas”, el libro escrito por Joseph Conrad a principios del siglo XX, el cual ya fue adaptado al cine por Francis Ford Coppola en “Apocalypse Now” (1979). El viaje en diversas etapas en este caso está mucho menos logrado que en la película de Coppola, no aportando casi nada a la historia principal, lo que bloquea ligeramente el desarrollo de la trama.
Es el guión precisamente lo más flojo del film. Escrito por James Gray junto a Ethan Gross, tiene demasiados aspectos cogidos con pinzas, sobre todo en lo referente a las conclusiones llevadas a cabo por el mando para determinar que es el personaje encarnado Tommy Lee Jones el responsable de los fenómenos sufridos. Así mismo el comportamiento de algunos de los secundarios es muy poco creíble, lo que despista al espectador y le lleva a no centrarse en lo importante.
Hay además un detalle que no puedo con él. Cuando Roy sale de la reunión con el mando en la que le asignan la misión, ve en una pantalla portátil un mensaje que le envió su padre justo antes de su desaparición 36 años atrás. Y para mi sorpresa, la imagen de Tommy Lee Jones que aparece en la pantalla se corresponde con su actual estado de una persona de más de setenta años. Si ese era su aspecto cuando fue a la misión y su hijo tenía unos 7 años, imaginaros como estaría en el presente tras pasar 36 años en el espacio. En fin, no entiendo como pudieron pasar por alto ese detalle en el rodaje.
La labor de James Gray, uno de mis directores americanos vivos de la actualidad, es como siempre notable, continuando con la senda de aventuras intimistas que comenzara hace tres años con “Z. La ciudad perdida” (“The lost city of Z”, 2016). Su estilo clásico de rodar escenas sin prisas, ni montajes acelerados coincide plenamente con mi gusto personal. Escenas, no obstante, en las que la tensión es sobresaliente gracias a su pericia a la hora de plantear las mismas.
Es “Ad Astra” en definitiva una película con puntos positivos y negativos, que gustará a los “gourmets” del cine sin prisa, aquellos que buscan sobre todo la belleza y la reflexión muy por encima del espectáculo.
Gabriel Menéndez Piñera
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